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EVOCACIÓN DESORDENADA DE MANOLO MOLINA

El pasado 28 de marzo, en el edificio de la Sede de la Universidad de Alicante, sito en la avenida Ramón y Cajal esquina con la avenida Doctor Gadea, se efectuó la presentación del número 21 de la revista Auca, dedicada al que fue nuestro compañero el acreditado poeta Manuel Molina Rodríguez. El acto fue presentado por el catedrático y profesor de literatura española Cecilio Alonso, editor literario de la antología Versos escogidos de Manuel Molina

  

En su intervención el presentador elogió la figura del poeta, al que llegó a conocer en profundidad y con el que frecuentó numerosas tertulias sobre diversos temas literarios, teniendo a Miguel Hernández como asunto ineludible. Comentó que Molina consiguió que su poesía fuera asequible porque, por un lado, está formalmente al alcance del público sencillo de los viejos troveros huertanos y, por otro, contiene activos estímulos intelectuales para lectores exigentes. Sin entrar en detalles, su obra va desde las soledades machadianas a la búsqueda de un receptor concreto y dialogante en quien volcar sus emociones y su necesidad de comunicación.

   

Escribir era para él, primero “poner en marcha este diálogo entre la sensibilidad propia y la ajena, sin propósitos previos, nada más que por dejar constancia de un rumor, de una fecha que pasa por un pueblo deshabitado, como una mano que delicadamente tiembla en la nuestra; luego, escribir de lo nuestro […], de aquellas cosas que suceden dentro y fuera de nuestra vida de hombres con el alma en vilo.” (Paisajes y personajes mironianos, Alicante, C.A.P.A., 1979,  p. 16).

   

En la fijación parcial de la obra de Manuel Molina, le ha correspondido a su libro póstumo Versos escogidos un papel primordial por la sencilla razón de que, desde su aparición en 1992 no se ha vuelto a publicar ninguna otra edición de su obra poética. Y no hablemos de su prosa, todavía en espera de rescate. Este libro se editó gracias a la intervención de José Carlos Rovira, y especialmente a la decisión de Miguel Ángel Lozano que dio luz verde en la colección de clásicos que dirigía en el Instituto de Estudios Juan Gil-Albert, a una antología de textos que, en rigor, eran estrictamente contemporáneos como obra de un autor vivo. Desgraciadamente, la muerte de Manolo en plena preparación del volumen acabó justificando el carácter crítico y documental de la edición. Con todo, Versos escogidos supuso el cumplimiento de una deuda institucional con su autor, acostumbrado a costear religiosamente sus libros de tiradas mínimas, salvo raras excepciones. Puedo dar fe, dijo el presentador, como gestor de la edición de Rezuma, que doscientos ejemplares le costaron ochenta mil pesetas recuperadas a duras penas, distribuyendo ejemplares a mano, de librería en librería o colocando exiguas cantidades en algún receptivo organismo autonómico.

     

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                                                                                    Crónica y fotos  de José Mª Alonso

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