Huelen a madrugada los caminos,
el monte, el robledal y la cañada…
Como un milagro nuevo, inenarrable,
la mar estrena olor a madrugada…
A madrugada huele cada esquina
de la ciudad dormida, cada plaza
y cada fuente que, en silencio, espera
sentir en ella rebrotar el agua…
A madrugada huele la sonrisa, la palabra…
¡Se viene enamorando el horizonte
de la primera luz que anuncia el alba!…
Me gusta descubrir la madrugada
cuando frutece en luz el nuevo día,
rescatando las formas que la umbría
desdibujó con sombra inhabitada.
Me gusta descubrirla, pongo en cada
minuto mis afanes, todavía
está la calle, silenciosa y mía,
esperando el rumor de mi pisada.
Me gusta descubrir esa manera
de despertarse perezosamente
que el paisaje ejercita en cada aurora
y, desde la atalaya de mi acera,
ver que rebrota el agua de la fuente
y ver que se ilumina cada hora.