Índice de Documentos > Boletines > Boletín Mayo 2011
 

RECORDANDO A ERNESTO

 

         Parece que fue ayer y han transcurrido más de 60 años. Te conocí en Agosto de 1950. Éramos casi unos niños. Personalmente yo acababa de cumplir 15 años.

 

            Trabajábamos como botones en el Departamento de Verificación. Departamento comparable en la actualidad a una mezcla de Auditoria a distancia e Informática.

 

            Aquello podría considerarse casi una familia. Trabajábamos mañana y tarde, a veces con velas y quinqués, pues había restricciones eléctricas. Lo más moderno que teníamos era una máquina de sumar de esas que tenían una palanca adosada a la derecha, pero éramos felices. Sin saberlo teníamos eso que llaman ahora “orgullo de pertenencia” por nuestra Caja de Ahorros del Sureste de España.

 

            Ya apuntabas entonces buenas maneras de humorista. Te gustaba mucho hacer bromas, especialmente cuando parábamos para desayunar.

  

            También recuerdo cuando asistíamos a la escuela de capacitación de la Caja, preparando oposiciones para auxiliar administrativo, y uno de los profesores, el de Geografía Económica y Contabilidad se empeñaba una y otra vez en que asistiésemos a clase con chaqueta y corbata. Por cierto, en el mes de agosto y por la tarde.

  

            Y aquella etapa, cuando subíamos al campanario de la concatedral de San Nicolás, tú, Pepe Gómis y yo mismo, bajo la vigilancia de “Papi”, un personaje bastante curioso, que creo era sacristán o algo así. Volteábamos las campanas cuando llegaba el momento, todo a mano, sin artilugios eléctricos. Te las conocías todas por su nombre, la más grande recuerdo que la llamabas “Nicolasa” en honor al Santo Patrón.

   

            También recuerdo cuando os hicisteis novios Mari Carmen y tú. Daba gusto veros, tan enamorados y tan compenetrados que hasta os parecíais físicamente.

  

            Y mira por donde, después de muchos años, cuando nos prejubilamos, volvimos a coincidir ¿cómo no? en Jubicam, y allí aportamos nuestro granito de arena trabajando y pasándonoslo muy bien. Llegaron las excursiones e inevitablemente los chistes de Ernesto. Pero mira lo que te digo, personalmente pienso que la felicidad completa no existe, sino trocitos de felicidad, y tú has contribuido a que muchas personas que te acompañábamos en diferentes viajes hayamos tenido la gran suerte de poder gozar de muchos de esos momentos.

 

            Quiero, por último, enviar a un fuerte abrazo a Mari Carmen y familia, y que te recordemos siempre como eras: una persona honrada a carta cabal, amigo de tus amigos, incapaz de hacer daño a nadie y amantísimo esposo, padre y abuelo.

   

            Descansa en paz buen amigo.

Emilio Galiana Botella

Volver