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LA MUJER,
PRISIONERA EN SU PROPIO MUNDO
(por José Antonio Marín Caselles )


     El “núcleo familiar” nació y se sustentó en la mujer básicamente. Al instinto primario y animal de protección de las crías por las hembras sucede un salto evolutivo de relación racional afectiva y duradera, a la vez, génesis del vínculo familiar. Varios evolucionistas sostienen que la primera forma social y universal fue la promiscuidad primitiva1, (hordas promiscuas)2, con un dominio abusivo de los machos, basado en la fuerza, sobre las hembras, que estaban sometidas (Hetairismo). Pero la mujer pondrá fin a esta etapa de dictadura sexual y lujuriosa de los hombres, atrayéndoles progresivamente al Grupo, que ellos reconocerán poco a poco como propio. Una especie de civilización amazónica con poder de la mujer (Ginecocracia).

     ¿Cuándo y porqué surge la familia humana? Nace en la etapa de hominización y por pura necesidad. Una de las especies del género homo, el “homo erectus”, (1.500.000 – 100.000 años) nos aporta los primeros testimonios en Asia e Isla de Java, en yacimientos como Gandhom, Xiao Xin y otros muchos. Tres hechos favorecen el nacimiento del grupo familiar y en los tres aparece la mujer como protagonista principal: Uno. Con la progresiva complejidad de la vida y la aparición del lenguaje irá aumentando el tamaño del cerebro en los humanos3, encefalización, convirtiéndoles al nacer en los seres más desvalidos, de infancias muy largas y dependientes de las madres, lo que generará una relación de afecto recíproco crías-madres que está en la base del grupo familiar. Las madres no podrán “cazar” para alimentar a sus crías sin desprotegerlas, función que sí podían hacer los machos y son atraídos poco a poco al grupo por las hembras4. Dos. Algunas especies de primates podían aparearse durante todo el año y no solo en épocas de celo, con lo que los machos no tenían necesidad de cambiar constantemente de pareja, creando relaciones estables, atraídos solo por alguna(s) hembra(s), algo constitutivo de la futura familia. Tres. La desaparición drástica de bosques tropicales en el Mioceno obliga al hombre a abandonar los bosques y cazar en la sabana, con desplazamientos largos y peligrosos y a hacer acopio de alimentos para varios días en lugar seguro para disminuir la exposición al riesgo. Nace el “espacio familiar”, al cuidado de la mujer, cohesionado por 3 vínculos: el afecto materno filial, la relación sexual estable de la pareja y la colaboración económica en domicilio común. Quedan claramente definidos los roles masculino y femenino: la alimentación, protección de las crías y el control del espacio doméstico asignado a las hembras y la caza y la seguridad del grupo a los machos.

     Pero el protagonismo femenino no está solo en el origen de la familia. Lo vemos también en las comunidades más antiguas socialmente ya organizadas. Todas las sociedades de la Tierra pasan por las mismas etapas evolutivas (cuatro) de organización social, con ritmos distintos de desarrollo en el tiempo, desde más simples a más complejas: Bandas de cazadores-recolectores, Tribus, Jefaturas y Estados. Es la evolución cultural unilineal descrita por Spencer, de quien Darwin “tomará” el concepto para su “evolucionismo biológico”. Bosquimanos africanos, Veddah de Ceilán, Kadar de la India, etc., comunidades con el ADN más antiguo del planeta, nos revelan hoy cómo fue la etapa más primitiva de la familia: Bandas de 50-200 personas de familias iguales, de “puertas abiertas”, solidarias, trabajo distribuido por sexos, donde destaca el papel de dignidad observado en la mujer. Los hombres, cazadores-recolectores  itinerantes, necesitan confiar en la seguridad y protección del “espacio doméstico” en sus largas ausencias y esto lo controlan las mujeres. Así ellas podrán “sujetar” a los hombres, favoreciendo el nacimiento de la familia monógama y nuclear (padre, madre e hijos), a cuyo frente está una mujer con poder de decisión.

     Más aún, en muchas comunidades antiguas existe la “Covada”, institución que persigue la apropiación por los hombres del prestigio de las mujeres, celosos del poder de éstas por “dar la vida” y fingen sufrir un proceso paralelo al embarazo de la mujer, simulan angustias, guardan cama antes del parto y escenifican un alumbramiento.

     ¿Dónde comienza, entonces, la situación de desigualdad y subordinación de la mujer al hombre, vigente durante tantos siglos? Nos lo revela F. Engels5: “Fue con la llegada de la propiedad privada y el concepto de acumulación”, con sociedades tribales estables y la aparición de la agricultura. Ante los peligros de la caza y la inseguridad de las cosechas el hombre almacena recursos por un tiempo para sí y los suyos.  Con la propiedad privada nacen los conceptos de “lo mío” frente a “lo de los demás” y nace el concepto de “frontera” que no se puede traspasar. El hombre pone límites a “su” propiedad, cierra hacia fuera la puerta de su casa, “cerca su territorio”, dejando encerradas en él sus pertenencias, ganado, armas, utensilios…y enclaustrada  “a su mujer” entre ellas. Surgen los conflictos y, en adelante, el hombre representará a la familia en la esfera pública quedando la mujer confinada en el espacio doméstico, a espaldas de la sociedad y cautiva en la “Red de afectos” que creó. 

     La aparición del Estado, la forma más desarrollada de organización político-social, no puso fin a esa discriminación femenina sino que la agravó con la promulgación de leyes que institucionalizaban su situación de inferioridad. Las religiones monoteístas tampoco redimen a la mujer y defienden el modelo familiar patriarcal. El Antiguo Testamento dice: “la mujer obedecerá a su marido…”, el Corán: “esas de las que teméis la deserción, abandonadlas en el lecho, amonestadlas, pegadlas…” 6  Las mujeres son impuras por ley (Levítico15.18.30) y eran vistas como seres inferiores por el hecho de ser mujeres (Eclesiastés, 42.9.18). En la Edad Media la situación se agravó. Los Padres de la Iglesia, filósofos y teólogos de gran prestigio como San Agustín o Santo Tomás de Aquino, asumen la inferioridad de la mujer: “…Dios tentó a la mujer por ser inferior en sabiduría al hombre”  (Summa teologiae CLXXXIX). Juan Escoto (personaje más impresionante del S.IX), afirma “la mujer encarna la naturaleza sensual y depravada del hombre” 7  La Revolución Francesa de 1789 consagra “La declaración de los derechos del hombre y del ciudadano” pero a la popular feminista Olympe de Gouges le cortan la cabeza en la guillotina por publicar la “Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana”, calcada de la anterior. Nietzsche, ya en el siglo XIX, afirma cosas como éstas: “¿vas con una mujer? No olvides el látigo”. “deberíamos considerar a la mujer como una propiedad, como los orientales” (Así hablaba Zaratustra). De esa forma se construyó la imagen de la mujer, por todos menos por ella, prisionera en la familia, en el mundo que ella misma creó.

     Tendrá que llegar la 2ª mitad del siglo XX, para que los aires de libertad e independencia que recorren Occidente, traspasen los muros del hogar y restablezcan de nuevo a la mujer en la sociedad para incorporarse al trabajo, a movimientos sociales y feministas y así reivindicar, ella antes que nadie, sus propios derechos.  La tenacidad y determinación de su lucha tuvo resonancia universal. Y en el ámbito religioso quedó también definitivamente consagrada la dignidad de la mujer en la encíclica de Juan Pablo II “Mulieris dignitatem”. Corría el mes de agosto de 1988.

[1]  Bachofen, Morgan…
[2]  Mac Lennan
[3]  Desde los australopithecos al homo sapiens sapiens se pasó de unos 450cm3 a los 1.400cm3 de tamaño
[4]  Kathleen Gough. “El origen de la familia”
[5]  F. Engels, “El origen de la familia, de la propiedad privada y del Estado
[6]  El Corán, 4.34
[7]  Historia de la filosofía de B. Russell, T.II.      

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