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VIAJE A PARIS - VALLE DEL LOIRA

(por Antonio M. López)


     Aún no habían transcurrido 48 horas de la partida a tierras francesas de un primer grupo de compañeros, iniciamos el pasado día 8 de Septiembre, con mucha  ilusión, un nuevo viaje con el mismo destino, un segundo grupo de 52 asociados y familiares, junto con nuestro joven guía de la agencia Alex, que resultaría ser una persona servicial y encantadora, para conocer la ciudad del Sena y el Valle del Loira y sus Castillos.

     Una vez que aterrizamos en el aeropuerto Charles de Gaulle, sobre las 14,40 horas,  nos esperaba un autobús de la empresa Cóndor Vacaciones que nos trasladaría a nuestro hotel ubicado a la vera del río, de la ciudad francesa.

     A medida que entrábamos a París, enseguida percibes la belleza de sus calles, te deslumbra el arte que contiene la ciudad, la vida que respira, por sus edificios, por sus miradores, jardines, las grandes avenidas arboladas y por el río Sena majestuoso, que circunda y copia la ciudad en su recorrido, y como testigo el cuello insolente y estirado de la Torre Eiffel, que es mirada con envidia por su compañera de altura la Torre de Montparnasse.

     Una vez establecido nuestro “cuartel general” para los próximos tres días, y como quiera que nuestro sustento alimenticio hasta esa hora, solo era de un “picnic”, para reponer fuerzas, el grupo se desplazó en autobús hasta la Plaza Charles de Gaulle y desde la explanada de Trocadero, admirar la Torre Eiffel y los Campos de Marte para descender caminando hasta el Bateaux Mouche, en donde nos esperaban para realizar un bonito paseo por el río y contemplar los monumentos iluminados mientras nos ofrecían una buena cena, amenizada con una agradable música.

     Al día siguiente, tras el desayuno en el hotel, nos dirigimos a la Ile de la Cité donde visitamos alternativamente en dos grupos la Santa Chapelle y la Conciergeríe, a las 9,30 horas y 10,30 horas, respectivamente. La primera, obra maestra de la arquitectura gótica. La segunda, con sus dos torres gemelas que flanquean la entrada de las más antigua prisión de París y la cuadrada Torre del Reloj, del s.XIV. Después accedimos a la isla cruzando el Pont Neuf, el más viejo de los puentes que se conservan en Paris para acceder a Notre Dame, una grandísima y bella catedral donde la gente se amontona a su entrada y las cámaras y turistas miramos y miramos su majestuosa fachada, un hermoso edificio de estilo gótico y cargado de historia.

     Después del almuerzo, realizamos un hermoso paseo por la ciudad, hasta alcanzar las 19 horas, horario que teníamos fijado para visitar el Museo del Louvre. Considero algo tarde, teniendo en cuenta el poco tiempo disponible para poder contemplar el conjunto de obras allí reunidas de contenido tan variado y extenso que bien puede este museo definirse como el más importante del mundo. En fin, había que amoldarse al guión. De cualquier forma, ha valido la pena.

     La siguiente etapa, salimos en dirección al Palacio de Versalles uno de los más insignes monumentos de Francia, construido en su momento como pabellón de caza, y que después de diversas reestructuraciones del edificio original, hoy es la admiración del mundo, por su fachada, por su capilla real, por su sala fastuosa de la Opera Róyale y sobre todo por sus jardines, con sus dibujos florales, diseñando pequeño bosquecillos, agotando la fantasía. No menos bellos son sus estatuas de bronce que adornan sus fuentes, y sus lagos. Algunos de nosotros  tomaron en alquiler un “Buguí” para hacer el recorrido de los mismos. Es decir “una pasada”.

     El almuerzo de este día resultó bastante sufrido, puesto que el termómetro marcaba una temperatura alta y el local no reunía las condiciones más adecuadas para sentirse cómodo.

     Después del almuerzo, completamos el día con un recorrido por el barrio Latino. Nos detuvimos delante de la Iglesia de Saint Julien le Pauvre y anduvimos entre las callejuelas del barrio medieval hasta desembocar en la Iglesia de la Sorbona, pasando por las ruinas de las termas romanas, sumergidas en un frondoso jardín. Autentico sabor del París antiguo.

     Nos encontramos en el día 11 de septiembre, cuarto día de viaje. Amaneció un día lluvioso y en esta ocasión nos dirigimos a visitar el barrio de Montmartre, uno de los más conocidos de París, lugar lleno de encanto y frecuentado por muchos pintores que pasan horas inmortalizando sus calles ó realizando retrato de turistas, y por encima supervisando sus trabajos la Basílica del Sacre Coeur, en lo más alto de la colina de Montmartre.

     Tras el almuerzo, fuimos a visitar el símbolo de Paris, la Tour Eiffel, en cuyas plantas se encuentran bares y restaurantes que permite al turista contemplar un paisaje único, con la suerte que, con nuestra llegada, el día lluvioso se transformó en un día despejado y soleado de plena luminosidad que nos permitiría observar París en todo su esplendor.

     Cena en  restaurante. Para finalizar el día, un grupo de compañeros conseguimos entradas para asistir al espectáculo que ofrecía la Sala de Fiestas “El Lido”, que resulto muy entretenido y de mucho gusto. Buen final para despedirnos de París.

     Al día siguiente, lunes, recogida de maletas y traslado con el autocar a Tours, si bien, durante el trayecto visitamos el Palacio de Fontenebleau. Uno de los mayores palacios reales franceses, enclavado en un parque real de caza, cuya ciudad de Fontenebleau (Fuente de Aguas Bellas) creció entorno al Palacio.

     El Palacio, viejo castillo, es muy bonito, si bien, al entrar en decadencia el mobiliario se dispersó, mediante ventas y saqueos, por tanto, su imagen de la vista de la fachada y los jardines, son los que atesoran mayor valor.

     Llegada a Tours y alojamiento en el hotel, cuyo primer impacto no fue muy favorable, teniendo en cuenta que veníamos de un hotel moderno de mayor categoría y de una ubicación envidiable. No obstante, pronto nos aclimatamos.

     El día 13 martes, salimos a visitar el Castillo de “Chernonceau” conocido como el ”Castillo de las Damas”, lo más característico es su aspecto de puente, apoyado por una galería de arcos por donde transcurre el río Cher,  con miles de salones a visitar,  los más bellos,  las cocinas y el salón de baile. Después de la visita, nos esperaban en Rochercobon para realizar un pequeño paseo en barco por el río.

     Regreso a Tours. Almuerzo; después, con una guía local caminamos por callecitas serpenteantes hasta llegar al centro de la ciudad y la parte más vieja, donde se encuentra la Catedral. La plaza principal estaba muy concurrida de gente, balcones con flores y mesitas en las veredas y restaurantes. Cena y fin de este día.

     Nos encontramos en el penúltimo día, que resultó un poco tortuoso, por lo apretado del programa, y por las distancias a cubrir en nuestras visitas, al no haber podido cambiar el orden de las mismas, a los Castillos de Chernonceau y Chambord.

     Por fuera, Chambord es majestuoso. Es increíblemente gigante. La joya es su escalera de doble hélice que nunca llegan a cruzarse, diseñada por el propio Leonardo Da Vinci. La pena, no haber tenido el suficiente tiempo para visitar sus jardines.

     Traslado a Angers, cuyo almuerzo no fue de la calidad esperada, si bien, el postre fue más generoso con la visita a esta bella ciudad que conserva un castillo con una muralla esplendida de diecisiete torreones medievales y un casco antiguo que merece la atención del turista.

     Por último, salida de Tours, para regresar a Paris, almuerzo en un restaurante de la capital, y recorrido en autobús por los Campos Elyses hasta llegar al barrio de la Defensa, para observar la diferencia del Paris antiguo del París moderno, y regresar a la Plaza de Charles de Gaulle para realizar un paseo por la explanada de Trocadero y brindar con champán el final de nuestra estancia en tierras francesas.

     Desplazamiento al Aeropuerto de Orly, y largas horas de espera por el retraso del vuelo, llegada a Valencia pasada la medianoche. Para reponer fuerzas, paramos a las primeras horas de la madrugada para tomar el “picnic” en medio de un ambiente discernido a pesar del cansancio acumulado, y con ello, finalizó el viaje.

     Agradezco la comprensión y colaboración prestada por el grupo por el buen desarrollo del mismo, igualmente al jovencísimo guía de la agencia por su trabajo realizado.

     Y por último, espero que este viaje se recuerde con cariño, puesto que si no ha dejado huella en tu corazón, temo que nunca fue un viaje. Hasta pronto.

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