Índice de Documentos > Boletines > Boletín Noviembre 2011
 

SOFISMAS DE "TODO A CIEN"
(por Gaspar Llorca Sellés)


          Tanto pensar, tantas preguntas, tantas intentonas sin llegar nunca al puerto deseado, a la respuesta clara y segura, la que despejase tantas dudas, tantos misterios. Lees a filósofos griegos y romanos en busca del principio, todos maravillosos y… todos con sus dudas. No se atrevían a descartarlas, pasaban sobre ellas como sobre ascuas encendidas en las que la fe mitigaba el dolor de la frustración, y así iban formando unos maravillosos conceptos que nos han sido necesarios para intentar comprender nuestra vida interna. El alma, el alma y el espíritu, todo lo mismo, concepto que abarca la esencia de la vida. El pensamiento, las ideas, las virtudes y los odios, las dudas y rencores, la envidia y el desprecio, la violencia y la pasividad, guerra y paz, todo ello en nuestro interior, todo ello constituye el ser. Ello y mucho más; se necesitarían años rellenando papeles para nombrarlas a todas, y no se llegaría al infinito, al tope del alma, y la balanza se equilibraría de virtudes y vicios.

  

           Y la primera lección fue: ¿quién nos hizo, de dónde hemos salido?, nuestro autor, ¿quién es? Y si es Dios, ese concepto que tengo de Dios, ese Ser supremo, infinitamente sabio y perfecto, donde los verbos no tienen tiempos, ¿Cómo nos hizo tan imperfectos? O es que el concepto de perfección que entiendo no es el exacto, es erróneo, y si es así por qué está en el mismo pensamiento, en el alma; o, puede que las ideas no cuadran con el concepto. ¿Es de locos el filosofar? el intentar descubrir, hallar el por qué de los glóbulos o de las células inmateriales que forman, o mejor, de que consta el espíritu. ¿Neuronas espirituales? Sí, sabido es que los sentidos: el gusto y el olfato, el tacto, y el placer que conlleva, hasta la vista interviene en el atómico instante, de tomarme un café. ¿Quién ha puesto en funcionamiento esa maravillosa máquina que acopla esas concepciones y produce una obra de arte imposible de ser producto del pensamiento humano? Ahí está el resultado, ejecutado por los sentidos, libres respecto al yo, pero tampoco reflexionado por ellos en su actuación inconsciente; hubo alguien que los orquestó, ¿quién? Yo solamente me tomé un café.

  

          Y cuando hablas o piensas del alma y su materia o lo que sea, de su constitución; ella misma parece que se ríe de uno y lo embrolla todo ¿ella o yo sin ella?

    

          El dolor ¿por qué nos cambia? Te sientes mal, y te vuelves malo, todo es feo, la bondad se desvirtúa, todo te molesta, un dolor concentrado en una pequeña parcela arrastra al desespero y a la infamia al resto del todo. ¿Quién lo dirige?

   

          Y navegando por estas turbulentas aguas, sin un madero donde poder cogerte y salir de la angustia, de la incertidumbre, del desasosiego, un tsunami me revuelca y  me arrastra en largos trayectos. Desolación, ruina, nada se salva, ni el ruego a Dios, todo destruido, fe y esperanza, creencias milenarias, conceptos sólidos, Dios no existe. Imposible su existencia, no puede ser tan imperfecto como para que su propia obra se destruye así misma. Como el ser humano, su mayor creación, es destruido por los desvanes naturales o por el mismo sujeto. ¿A quién nos acogemos? Cómo es tan injusto, si era sabedor de las hecatombes, por qué las permite, por qué nos ha hecho al hombre tan infeliz, egoísta, odioso, y con tanto dolor.

  

          Y una fuerza interior, como río desbordado, me lleva a destruir todo concepto benévolo y de agradecimiento y admiración y la duda de su omnipotencia ya que no pudo crear al hombre con tanta imperfección, tanta catástrofe, guerras, enfermedades y epidemias a través de la historia, ¿Qué hizo de nosotros? ¿Cómo nos hizo? ¿Por qué el dolor?

   

          Y ¡EUREKA! Lo encontré, ¡mira por donde me viene una idea redentora, ¡claro, tan fácil y tan sencillo y toda una vida sin encontrar la respuesta, o no aceptarla, no lo sé, si se que me conforta y me vuelve o me lleva a creer en Dios.

  

          Dios en su inmensa sabiduría y justicia, creó a los humanos, con un don o virtud que es la esencia de sí mismo, le dio parte de Él Mismo, y esa deidad que comparte con todos los hombres se llama VOLUNTAD.

    

          En el hombre su verdadera esencia es su voluntad, y como cosa tan propia, tan innata, que es su bien en el que nadie puede intervenir, ni el mismo Dios que lo creó, pues ya no sería obra perfecta al no tener el libre albedrío. Dios no puede alterar ni cambiar una voluntad, su misma esencia se lo impide, el hombre es completamente libre y ni el mismo creador puede alterarle. La bondad, la justicia, la injusticia y la maldad, el amor y el odio, todo anida y se manifiesta en la voluntad, y en ella se origina el bien y el mal. Las buenas obras y la educación pueden ayudarla, a orientarla, a que ella recapacite, pero eso es harina de otro costal.

Volver