Inspiradas en un acto sublime, misterioso,
repican sin cesar por las mañanas
en paupérrimo duelo, las campanas.
Los vecinos enmudecen por curioso.
Fatídica mañana, ocho de enero,
en un maldito gallinero
se escuchó el cantar ufanero
de una desdichada gallina.
La gallina con un quiquiriquí prodigioso
sobresaltó a la vecindad.
Mal presagio, dijo la dueña,
porque no existe aquí gallo ostentoso.
Doloretes, ante tal evento milagroso
presagió: la muerte se avecina,
morirá bien la dueña o la vecina.
Nueve de enero, murió la dueña, es curioso.
Este final trágico, nada corriente
es un hecho real de la vida.
Doloretes, la fallecida,
fue el conversar de la gente.