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LAS PELADILLA DE NAVIDAD
(por José M. Quiles Guijarro)

José Miguel Quiles


     Es de esperar que este año la CAM no nos obsequie con el tradicional lote navideño, seguramente ni el tarjetón nos envían. El Frob no está para cortesías sociales. La cosa ahora funciona a cara de perro. No estamos pasando tiempos buenos, ha sido un año de sorpresas desagradables; el destino, a veces, pone sobre la mesa cartas que pensábamos que estaban en el descarte y el desengaño es el peor de los sentimientos.

     La Navidad, religiosidad aparte, es un estado de ánimo al que nos conducen pequeños artificios que van ocurriendo en el exterior: La iluminación de las calles, los anuncios de la tele, la fachada del Corte Inglés, las castañeras, el sorteo del Gordo, el belén, los villancicos, el discurso del Rey: (“… Me llena de orgullo y satisfacción…”), las uvas, los Reyes Magos y las “Rebajas de Enero” que los comerciantes han sabido incluir dentro del pack de las fiestas. La Navidad objetivamente es un tributo al consumismo y al colesterol.

     Y uno de los acontecimientos imprescindibles para nosotros era recibir en diciembre la felicitación de la Caja y una carta que decía:

     “Como en años anteriores la Caja desea felicitarte las próximas Fiestas entregándote el tradicional lote navideño, el cual está reservado a tu nombre…”

     Entonces íbamos a la oficina, saludábamos a los “compis” y le tomábamos el pulso al recuerdo, comprobando que todo seguía bien; la Caja de Ahorros, nosotros y el mundo, todo estaba correctamente ubicado.

     - ¿No está Sánchez…? - preguntábamos - ¿es que lo han trasladado o le han aplicado el ERE también a Sánchez…?

     Y era una norma para mí, porque la Navidad tiene sus formalidades, regalarle a mí cuñada Mapi, el turrón y las peladillas (la verdad es que de peladillas iba bien cumplido el lote) y ella me regalaba una bandejita de langostinos o una colonia, el último año me regaló un pijama de esos de cuello redondito y ambos nos decíamos algo parecido a esto:

     - Oye… no tenías que haberte molestado, ¡que tonto/a eres… si conmigo sabes que estás cumplido/a siempre…! – y nos dábamos un par de mejillazos navideños. El regalo por pequeño que sea es una generosidad y una prueba de buen corazón.

     Pero este fin de año se respira un ambiente distinto, hay una amenaza latente en el aire, este año no habrá peladillas. Una pena. Tenía razón Vicente Llopis cuando decía que la CAM estaba muy sola. En cierto modo a los mayores nos han roto en mil pedazos el recuerdo y nuestras más profundas convicciones, ese “paisaje” íntimo y personal que todos nos habíamos ido forjando a lo largo de los años, de la CAM y de la extinta pero nunca olvidada CAPA. Y si este año ha sido malo, no hay motivos para pensar que lo que viene sea mejor. Aún así el evento es malo pero no se puede negar que todo esto tiene un no sé qué de aventura, de vibración. Hay una frase en un libro de Juan Marsé que invita a una sana reflexión:

     “La alegría de haber bregado por una gran idea sigue determinando nuestra conducta mucho después de que la duda nos haya vuelto lúcidos, conscientes y desesperanzados”.

     Un abrazo a todos y seamos felices también esta Navidad.

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