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25 años de estrellas

Miguel Ángel Pérez Oca ____________________

 

 

 

 

El cometa Halley acababa de cruzar nuestros cielos en su cita periódica. Yo lo había visto como una mancha borrosa en los prismáticos de un vecino. Y estaba dispuesto para recibir la inspiración, que llegó en su momento preciso. Siempre he dicho que las mejores cosas de mi vida me han salido gratis y vinieron cuando menos me las esperaba. Y así fue. Me compré un telescopio y la dependienta de la tienda me encaminó a “una nueva sociedad astronómica” recién nacida a la sombra de la CAM, la Agrupación Astronómica de Alicante, integrada en el Círculo Astronómico Mediterráneo. El compañero Juan Vicente Pérez Ortíz había conseguido de nuestra Caja de Ahorros que financiara el observatorio astronómico y el aula de Astronomía que se acababa de inaugurar en el Centro del Medio Ambiente de “Los Molinos”, en plena Sierra de Crevillente: una cúpula de las de verdad, equipada con un reflector Newton de 400 mm. y un refractor de 150 mm., instalados sobre una montura alemana de gran precisión. Para uso de aficionados y profesionales, era por entonces la mejor instalación astronómica del País Valenciano. Y bajo la cúpula, un aula dotada con aparatos didácticos, un planetario, etc. Después vendría el “Observatorio móvil” montado sobre un vehículo, también inspiración de Juan Vicente, todo ello fruto del decidido apoyo a la Ciencia de unos directivos de la Obra Social tan diferentes de lo que hoy se ve por estos lares de crisis y liquidaciones vergonzantes.

     Fue la primera vez que vi a Saturno y sus anillos, y unos cráteres de la Luna que parecían poderse tocar con la mano. El entusiasmo que las instalaciones de Los Molinos me provocaron iba a cambiar mi vida, y la de otros que conmigo las compartieron. De los Molinos salieron destacados profesionales de la Astrofísica que hoy practican la investigación y la docencia en la Universidad de Alicante y que entonces fueron nuestros becarios y monitores. La asistencia a las Jornadas Nacionales de Astronomía en León, Gijón, Teruel, Canarias, Castellón, Lérida… El inolvidable viaje a Bolivia para asistir al eclipse del 94, los Cursos de Verano para docentes, las investigaciones fotométricas de la Supernova de M-81, las noches de observación de estrellas B de emisión, con el doctor Guillermo Bernabeu y la becaria Amparo, la búsqueda de un Quasar a miles de millones de años luz de distancia, el objeto más lejano que nunca se ha observado desde este observatorio. Y las reuniones en el Aula Joven de la CAM, todos los viernes (que en la actualidad se celebran gracias a Jubicam en su sede social) donde conocimos a tanta gente valiosa. Los amigos que al final se fueron a las estrellas, como Knut Christensen y Vicente Vives, los que ahora viven lejos, como el maestro Fondado… Fueron tantas las vivencias, tantas las experiencias enriquecedoras, que estos 25 años han resultado ser los más interesantes de mi vida.

     Gracias a mis actividades con la Agrupación Astronómica de Alicante, hallé un tema para mis pinturas, y hoy tengo 30 cuadros de Arte Espacial en el Museo de la Ciencia de Barcelona. Y esta pintura innovadora me llevó a la literatura, cuando decidí glosar la Revolución Copernicana con mis novelas “El libro secreto de Copérnico”, “Giordano Bruno, el loco de las estrellas” y “Tomo el librero”. De estos libros surgieron otros y me pude definir como escritor. Y de aquellas reuniones y jornadas de observación surgió un ánimo y una visión cósmica que ya no me iba a abandonar por el resto de mi vida. Lo que soy se lo debo en gran parte a esta entidad cultural y científica que ahora cumple 25 años, y a la Caja de Ahorros que se constituyó en su mecenas.

     Ahora me entero con dolor, con un pesar que rompe mi corazón, que el Observatorio de los Molinos ha sido cerrado, que sus telescopios se llenarán de telarañas, que sus aulas albergarán al frío y al silencio, y que las estrellas, en las noches limpias de la Sierra de Crevillente, ya no tendrán unos ojos enamorados que las acaricien.

     Es la vida, dirán algunos, es una pena y una vergüenza, digo yo.

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