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José Miguel Quiles
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Una tregua en el amor

José Miguel Quiles Guijarro ____________________








  
¿PATRI…?  OYE, QUERÍA DECIRTE…
(Dedicado a Marcelino Calle y esposa)

Nunca he comprendido a esos matrimonios ya maduros que salen a la calle cogiditos de la mano, tan enamorados ellos, tan papanatas y tan conformes con el universo. No entiendo el amor como fruición constante. El ser humano no está hecho de forma que pueda gozar intensamente de un estado de cosas permanente sino de un contraste. Digamos que un amor de los llamados “eternos”    a base de diaria convivencia, de dale que te pego, por lo general no dura más de 6-8 meses. Luis Rojas Marcos dice: “Todas las experiencias placenteras, por intensas que sean, casi siempre son fugaces”. “La vida no puede ser un crucero de placer interminable”

     En cuestión de amor, como en cualquier otra experiencia agradable,  se goza con el contraste, con el blanco y el negro, con el “te tengo y no te tengo”. Saber gozar razonablemente del amor en la edad madura es un privilegio reservado a personas inteligentes, escépticas y un poco filósofas. Dejadme que os cuente la curiosa love story de un matrimonio amigo:

     Llegado el verano, Patri, la esposa, se va al apartamento de la playa y él se queda en la ciudad, se dan una tregua en el amor y en la convivencia. A Patri le gusta el mar y la cosa del marujeo con las amiguitas. Él es más rancio y prefiere la soledad y el ordenata. Cada noche se llaman por teléfono y hablan de las mil pequeñeces que conlleva la vida cotidiana:

-      Que si hay mosquitos por la noche, que si tenemos que descongelar el frigo, que si este año no pasa el señor de la furgoneta vendiendo melones, que si la prima de riesgo se relaja… - en fin esos asuntos anodinos que son los que unen dos vidas en un mismo camino.

     Y cosa singular, la ausencia de Patri, el calor, las tardes de soledad y las largas noches vacías del verano, remueven la fibra sentimental y hormonal del marido. Y desde las regiones más desconocidas del alma renace en él un deseo compulsivo de acercarse a ella, le revive el amor, y entonces busca un pretexto cualquiera para, sin faltar a su filosofía existencial, poder estar juntos y es cuando la llama por el móvil:

-      ¿Patri...? Oye cielo… que estoy aquí en Carrefour, que… hay un pescado muy bueno hoy, hay pescadilla, merluza, sepia, morrallita muy buena para sopa, salmonete… y además tengo un vale para llevarme gratis 6 litros de leche Asturiana por una compra superior a 40 euros… ¿Qué te parece?

    Y Patri,  que cuando ha oído lo de “cielo” ya sabe por dónde van los tiros, movida por idénticos sentimientos de su naturaleza le contesta: -Si tú ves que el salmonete está fresco y en condiciones…

    Y en ese instante, mi amigo comienza a liberar endorfinas (la hormona de la felicidad) como burbujas en un gin-tonic, le falta  tiempo para hacer la compra en Carrefour, coge el coche y se presenta rendido de amor en el apartamento de la playa.


     Ella le espera en la ventana cepillándose el pelo, con un punto de coquetería, con el vestido corto de seda que a él tanto le gusta; lo ve bajar del coche, le saluda con la mano como una princesa saludaría a su pueblo, él sonríe desde abajo y cruza el aparcamiento hacia la puerta del apartamento muy chulín, con pasitos cortos y elegantes,  como los toreros…y aquí se produce entre los dos el reencuentro, esa llama de fascinación y de romanticismo que requiere una relación amorosa para mantenerse viva.


     El estímulo placentero del amor, si se prolonga, nos produce apenas un ligero sentimiento de contentamiento y, a veces, la convivencia excesiva de la pareja impide el ejercicio de nuestras más primarias inclinaciones naturales.


     ¡Feliz verano a todos!

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