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______________________________ al habla con...

María Lola Sánchez Torres

Vicente Esteve Vera ____________________

 

 

 

 

Por fin pudimos coordinar nuestras agendas y, después de varios intentos, nos encontramos en JubiCAM con la antigua compañera de la Caja, escultora y  presidenta del 10º Concurso Infantil de Dibujo. ¿Cuántos años llevas siéndolo?
– Desde el principio. El resto del jurado son hombres y al ser la que estaba “de pico” me nombraron y aquí sigo muy satisfecha. ¡Y nosotros que lo veamos por muchos años!, añado yo.

     ¿Encuentras dificultades para seleccionar las obras premiadas?
– No, porque siempre he estado muy vinculada con el dibujo infantil; cuando mis hijos de pequeños se aburrían siempre les decía: dibuja. Valoro mucho la edad y me atraen más las obras de los más pequeños porque relaciono el dibujo con la edad que tienen.

     ¿Es fácil coordinarse con el resto del jurado?
– Son estupendos pintores y mejor personas. Somos cuatro y en caso de empate interviene el secretario. Nunca hay problema para llegar al consenso y de ahí nuestra prolongada presencia; desde el primer concurso, siempre los mismos.

     Al ser concursantes tan pequeños ¿qué prima en la selección?
– Pues que a su edad expresen con pocas líneas mucho; preferimos eso a que sean buenos dibujantes y no diga nada su obra, pues hay quien con tres garabatos refleja una estrella que siempre es mejor que el trabajo perfecto, es decir, transmite más, se nota mayor soltura. No sé si he sabido explicarme. Perfectamente, añado yo.

     Y hablando de pintura ¿te gusta la de los adultos?
– Mucho, pues me he criado alrededor de artistas y pintores alicantinos, aunque no la practico. Lo que sí hago son dibujos pero solamente para aprovecharlos en mi obra. Toda mi casa está llena de cuadros y casi todos ellos producto de cambios por obras mías. Tengo cuadros de Valera, Gastón, Soler y algunos premios del certamen Reina Sofía. En mi dormitorio tengo contabilizados 20 cuadros de mediano tamaño y así toda la casa. Realmente es un museo con cuadros muy bonitos.

     ¿Cómo fueron tus inicios en el arte de la escultura?
– Pues fueron ya de mayor, cuando dejé de preocuparme de acompañar a mis hijos al colegio, y como siempre me había gustado todo lo manual, leí en la prensa que daban un cursillo de 16 horas con barro, me apunté y… lo descubrí. No tenía ni idea de que iba a encontrar mi pasión. Como mi marido, Alberto Misó, empleado CAM, tenía las tardes libres, decidimos dedicarle a este arte dos días fijos que fueron, y siguen siendo, los lunes y miércoles. Como tengo el taller cerca de casa también voy en alguna ocasión pero por urgencia.

     Y llegada la madurez artística y con ella el cénit de tu obra ¿dónde has expuesto?
– Me da apuro pregonarlo pero desde la primera, en diciembre del 78, hasta hoy, han sido muchas salas las que han expuesto mi obra tanto en Alicante como en Madrid, Museo de Valladolid, Barcelona, París, Roma y Dinamarca en el bicentenario de Andersen con exposición itinerante por varias ciudades. Cada pastilla de barro pesa 12 kilos y tengo que moverlas a pesar de mis dolencias en ambas rodillas por lo que como despedida quiero hacer el año próximo, que se cumple el 35 aniversario desde que comencé, la última en Alicante. Seguramente será en el mes de marzo. Me siento especialmente orgullosa del premio 2ª medalla del Salón de Otoño de Madrid en 1989 y de los murales del Vía Crucis que adornan las paredes de la iglesia de La Albufereta.

     Mi esposo Alberto siempre me ha acompañado y los compañeros le llamaban mi “manager” pero yo nunca he dejado que nadie toque mi obra excepto él y mis hijos. Todos han colaborado y me han apoyado.

     ¿Tienes algunas otras aficiones?
– Todas, pues todo lo que sea manual me llama la atención. Me compro un vestido y sobre él imprimo mis colores, pinto sobre abanicos, etc. Descubrí una estantería con muchos pajaritos de cerámica, cristal, metal y sin haber pretendido coleccionarlos disponemos de un buen número de “pájaros”. Buscamos libros que traten sobre Alicante y ya tenemos una buena colección.

     ¿Te recuerda algo la calle Mayor de Alicante?
– Pues sí, ya que allí nací arriba de la tienda de fotografía de mi padre que heredó de su padre. Soy la mediana de 3 hermanos y después de estudiar la cultura general fui a Francia a estudiar el idioma y estando allí surgió entrar en la CAM como taquígrafa. Me casé en el año 1959 con un compañero de la entidad, Alberto, y tenemos a Beatriz, la mayor, que es profesora de Matemáticas en Alfaz del Pí, donde vive con su esposo y 3 hijos varones; el mediano Alberto es aparejador y actualmente está en La Patagonia haciendo una central eléctrica, y el pequeño Álvaro es administrativo en una empresa de Agost y tiene un niño. Total 4 nietos varones.

     Y tu paso por la CAM ¿cómo lo recuerdas?
– La verdad es que en activo estuve poco tiempo pues entré en 1953 para sustituir a la taquígrafa del Sr. Oliver y estuve hasta 1959 que me despedí para casarme. Pero ello no es óbice para haber dejado una cantidad enorme de compañeras y compañeros fabulosos que nos produce gran satisfacción el reencontrarnos. La mayoría están aquí en JubiCAM. Estuve en Estadística con Madín Vera y de ahí pasé a Secretaría con las hermanas Elena y Maruja Pardo, con Juana Mª Roser, Amelia Solbes y Antonia Santamaría. El trabajar cerca de D. Antonio fue un privilegio, por su carácter, su humanidad, sus detalles. Fíjate hasta donde llegaba que mandó investigar dónde iba a comprarme la vajilla para casarme para encargar él su regalo -el juego de café- haciendo juego.

     Voy a contarte una anécdota. Mis conocimientos de taquigrafía tuve que ampliarlos al campo de la banca por sus tecnicismos. Me llamó a su despacho y antes de dictarme me dijo: –vamos a escribirle a un amigo. Debía haber empleado palabras propias. Al poco me llamó y dijo: –entre tú y yo ¿qué hemos hecho aquí?  Yo había puesto: para que veas “la lista que sumas” en vez de: para que veas “lo listo que somos”. Acabamos riéndonos. Volvió de un viaje de París y nos trajo un detalle a cada una de nosotras, pero luego, si tenía que reñirte, la verdad es que te hacía temblar.

     ¿Puedes contarnos algún viaje que recuerdes con especial cariño?
– Claro que sí, pero sobre todos, los que hicimos para celebrar las bodas de plata y de oro que fueron especiales. Estuve en Suiza con 16 años y quería que Alberto la conociera, por lo que allí fuimos en las de plata y en un mini crucero fluvial por Holanda y Bélgica muy bonito para las de oro. Todos tienen su encanto, mientras el cuerpo aguante, pues cada día nos cuesta más el hacer y llevar maletas. Últimamente hemos estado en Canarias y Cataluña pero para no olvidarnos de nuestra costa hemos pasado unos días en Benidorm.

     Para acabar ¿qué tal el día a día?
– Pues ejerciendo de ama de casa y de abuela. Me gusta la cocina y según la temporada le doy gusto a mis hijos: manitas, sopa de cebolla y couscous para el pequeño, arroz con costra para el mayor y a mi hija que le gusta todo, igual que a mí, nos intercambiamos recetas. Los viernes me reúno con las amigas que íbamos juntas a hacer labores cuando teníamos 15 ó 16 años y tomamos solo café -nos gusta todo pero no queremos engordar- hablamos de los nietos, sacamos fotografías,  somos un grupo de casadas, viudas, solteras, separadas y nos ayudamos. Tenemos tres comidas al año antes de las vacaciones (como cuando teníamos a los niños), y nos reencontramos después de Reyes, por Semana Santa después de la Santa Faz y a la vuelta del verano el viernes siguiente al Pilar y lo hacemos con toda la ilusión del mundo.

     Nada mejor para despedir a la compañera y escultora Mª Lola que desearle que esa ilusión le dure muchos años y además continúe con su maravillosa obra de barro refractario horneado a 1200ºC coloreados con óxidos y engobes. Sin rostro, hechas casi “a pequeños pellizcos” y cuya áspera porosidad no oculta una sensibilidad exquisita (Del Diccionario de Pintores y Escultores Españoles sobre su obra).

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