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Manuel Gisbert Orozco
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La "canalla" en casa

Manuel Gisbert Orozco ____________________

 

 

 

 

Uno, al que no le ha apetecido nunca ser maestro por culpa de ese refrán que reza: “Pasar más hambre que un maestro de escuela”, aunque, claro está, eso ocurría solo cuando nos gobernaba el Caudillo, se da cuenta ahora de que no es tan mala profesión, aunque por las quejas y manifestaciones que organizan parece que las están pasando bastante canutas. Lo que no pueden negar es que por lo menos tiempo libre tienen, no hay ninguno que no se dedique a escribir, dar conferencias e incluso los más osados hasta hacen bolos por la radio.

 

     Un conocido, maestro de profesión, me confesaba que no tenía prisa en jubilarse porque solo daba dos horas de clase al día. Eso sí, a unas horas bastante intempestivas, que son las que emplean para televisar los partidos de futbol entre semana pero con la ventaja adicional de que esos días los alumnos se escaqueaban. No parece ser esa la única ventaja. Por la prensa me entero de que parte de las horas no lectivas las pueden realizar desde su casa. Durante el verano no sé las vacaciones oficiales que tendrán, supongo que las mismas que los congresistas y senadores, pero a las criaturas (alumnos) no los ven en casi tres meses. En invierno tienen las fiestas de Navidad, Año Nuevo y Reyes, de 15 a 20 días según caigan los fines de semana.  En otoño, curiosamente, no tienen ninguna fiesta, pero probablemente para quitarse el “mono” es la época en que suelen organizar las huelgas. Finalmente, en primavera, como la Semana Santa no es suficiente, la unen con otra, llamada Semana de primavera, que es la que le pone la guinda al pastel.

 

     No es mi intención meterme con los maestros ni mucho menos con los gobiernos de turno que permiten tal desafuero, lo único que me jode es que cuando no ejercen ellos su magisterio me toca hacerlo a mí. Solo recordarles que en Alemania los escolares solo tienen de vacaciones el mes de Julio. Por ese y otros motivos los alemanes van como van y nosotros vamos como vamos.

 

     En la primavera pasada, durante una semana tuve a los nietos en mi casa toda la jornada laboral. (Ahora comprendo por qué los catalanes les llaman “la canalla”) No he visto la película de Almodóvar: “Mujeres al borde de un ataque de nervios”. Pero ya comenzaba a visualizarla, visto el paroxismo que comenzaba a mostrar mi santa esposa y abuela de los interfectos, por lo que me decido a intervenir y ofrecerles la cultura que otros les negaban.

 

     Me los llevo a la Casa de Cultura porque allí había un estupendo rincón con libros infantiles. Digo había porque la encargada me indica los han trasladado a la Biblioteca de la Uxola. Ni corto ni perezoso, y a pie que es lo sano, allí vamos. Cuando llegamos resulta que está cerrado. No abren hasta las once y treinta. Falta una hora y como a las doce debemos estar en casa, lo dejamos.

 

     Visto el éxito de las bibliotecas al día siguiente me los llevo de museos. El más cercano, el de Cervantes, está cerrado porque no abren hasta más tarde. Decido llevarlos al Explora por el rio para enseñarles, de paso, donde cazaba yo elefantes, perdón ranas (en que estaría yo pensando) cuando era pequeño. Llegamos, por fin, al Explora, con el niño meándose, la niña pidiendo agua y yo con la esperanza de solucionar allí estos problemas. Está cerrado. Un amable conciudadano me informa que el encargado ha cerrado para irse a abrir el de Cervantes. La falta de personal, motivada por la crisis, hace inviable abrir ambos museos al mismo tiempo.

 

     Le recuerdo al gobierno municipal, que en Francia antes de reducir el horario de apertura de los museos como el Louvre o el Museo d´Orsay de Paris y para igualar el presupuesto han optado por convertir los muros exteriores de los mismos en vallas publicitarias. En el museo de los impresionistas, actualmente, una esplendida Inés de Fressange, protagoniza un anuncio de cosmética. A nosotros con uno de café licor nos bastaría. A eso le llamo yo imaginación.

 

     Si no encuentran patrocinadores no se preocupen. Siempre se puede recurrir a los pensionistas aburridos, desocupados y sin cargas infantiles, que por turnos y sin agobiarlos, seguro que estarían dispuestos a prestar un servicio a la sociedad. Si no se lo creen pregunten, que como reza un antiguo refrán español: “Quien no se acuesta con la suegra es porque no se lo ha pedido”.

 

     Cualquier cosa antes que cerrar, aunque sea parcialmente, los centros de cultura.

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