Aquellos días de barro,
días de lluvia y de charcos,
corriendo llegaba a casa
los pies rezumando agua,
los zapatos embarrados.
Aquellos días oscuros
de obligada reclusión,
revivían mis juguetes
y era el rey de mis batallas.
Mientras la lluvia caía
y se empapaba la calle,
los relámpagos ardían
y los truenos asustaban.
Días de lluvia y de frío,
como un templo era la casa.
Yo me acercaba a mi madre
y en sus brazos dormitaba.