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¿Qué es el amor?

Francisco L. Navarro Albert ____________________

 

 

 

 

Muchas veces  me he hecho esa misma pregunta y no resulta fácil dar una definición que permita identificar qué es el amor, pero sí es posible ver un buen número de pistas que son, en principio, determinantes de lo que ocurre cuando lo hay, aunque ni son todas las que están ni están todas las que son. Es el amor la ilusión de un beso, como lo es esa lágrima que pugna por asomar a nuestros ojos ante una situación dolorosa. Es amor dar una flor y hacer un regalo sin que sea una fiesta determinada; simplemente porque sí, porque nos apetece hacerlo.

 

     Quizá la prueba más evidente de que existe el amor es cuando al manifestarlo a la persona amada nosotros mismos lo creemos.

 

     El amor es gozo y es sacrificio, como es alegría y tristeza. El amor es fortaleza y ternura. El amor es capaz de entrega generosa. Nada hay tan gratificante como el amor, ni que genere un tan alto interés. En general, cada pizca de amor se vuelve hacia quien la da en forma de más amor. Algo así como una imposición a interés compuesto. Aunque, no pocas veces, también hay que decirlo, ocurre  algo parecido a la “suspensión de pagos”.

  

     Pero, como todas las cosas buenas de esta vida, tiene su truco. No existe el amor interesado, no se puede pensar en dar amor confiando en que se nos devuelva. Eso será otra cosa. El amor, como la limosna, no depende del uso para el que lo destina quien lo recibe sino de quien lo entrega, del  mismo modo que no podemos cuestionarnos el darla amparándonos en la idea de que no sabemos cómo la va a utilizar el receptor. Si es un pobre de verdad hemos sido solidarios y si es un estafador también hemos sido generosos, porque hemos actuado creyendo que necesita nuestra ayuda. El que se disfraza de pobre es quien se engaña a sí  mismo y cree que lo hace a los demás.

  

     ¿Quién no ha  sentido alguna vez  el amor? Quizá sí y no lo ha apreciado. Es una sensación de paz y satisfacción, algo parece que inunda el corazón y parece que no cabe en el pecho.

 

     Es el amor eso que te hace controlar cuando quisieras explotar;  lo que te hace contar hasta diez antes de decir algo que tú mismo tienes la sensación de que es mejor callarlo. Es amor el deseo de no herir, como lo es el de querer hacer mejor el trabajo cada día, el de enseñar a un compañero a hacer mejor el suyo; el de ayudar a un amigo antes de que lo pida. Es amor también ayudar a quien no conoces si adivinas en él una necesidad, si alivias la multitudinaria y ruidosa soledad de la ciudad por la sencilla, callada y quieta compañía de tu presencia. El amor es, en suma, generoso, solidario y empático.

 

     Pero es el amor como un frágil árbol; necesita ser cuidado, abonado, regado, trasplantado. Precisa, en cada momento, el tratamiento adecuado. Pero no es de invernadero, No es un bonsái, que se recorta y doblega con alambres para que no crezca y se adapte a la forma que su dueño quiera darle; ha de curtirse por el viento y por el sol. Porque  nació libre y así debe continuar. Necesita sufrir por sus ramas rotas por el huracán; necesita sentir entre sus hojas la ternura que evoca  la frágil estampa del pajarillo alimentando a su prole con enormes bocas abiertas. Solo si sigue todo este proceso, algún día de sus ramas penderán frutos que saciarán a otros y su sombra aliviará de los rigores del sol y protegerá de la lluvia.

  

     Y, cuando un día, el rayo de la muerte quiebre ese árbol, aún entonces, su madera podrá ser aprovechada para dar calor.

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