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Reacción en cadena

Miguel Escolano ____________________

 

 

 

 

Sergio, a sus 28 años ya contaba con una larga lista de venturas y adversidades. Nació dentro de una familia poseedora de una considerable fortuna y tuvo siempre todo lo que cualquier niño podía desear. Creció, y la naturaleza fue generosa con él tanto en lo físico como en lo intelectual.

     Con todos esos encantos no resulta difícil adivinar que durante su juventud contara con la admiración y agrado de muchas jóvenes, lo que le permitió contrastar virtudes y defectos, decidiéndose finalmente por Alicia como compañera de por vida. Un gran acierto según el sentir de familiares y amigos.

     Pronto contrajeron nupcias. Desde el primer momento Sergio entregó a Alicia todo su amor, al que ella correspondió sin limitación alguna; de todo ello derivó pronto un muy deseado embarazo en el que pusieron toda su ilusión. Llegado el tan esperado momento del alumbramiento las cosas no pudieron ir peor. Sergio perdió no solo a Alicia sino también al fruto de sus entrañas en el que tantas ilusiones habían puesto.

     Sergio se derrumbó. Totalmente desorientado se sumió en una intensa tristeza rememorando los felices momentos vividos con Alicia. Necesitaba activarse en algo que le recordara a Alicia, le hiciera sentirse cercano a ella y, además, que pudiera ser objeto de su complacencia. Le vino a la mente su preocupación y ocupación por los indigentes y la ternura y entusiasmo con que Alicia había procurado socorrer a los más desfavorecidos por la fortuna. Centró la mayor parte de su tiempo en intentar remediar de manera especial, económicamente, a los más necesitados; unas veces enviando dinero mediante mensajeros, otras visitándoles. Todo esto, con el tiempo, condujo a que su residencia fuese continuamente asediada por un número creciente de personas  más o menos necesitadas, todas al calor de poder recibir un dinero que nunca sobraba. Aquello se acrecentaba día a día y se hacía necesario evitar una situación que empezaba a resultar insostenible.

     Consternado por lo que acontecía y llevado por la convicción (que buena parte de seres humanos comparten) de poder comunicarse con los seres queridos fenecidos, se entregó a una conversación con Alicia de preguntas y respuestas proyectadas por él mismo, con las que pretendía justificar su abandono. De pronto, un plan surgió en su mente.

     Al día siguiente avisó a su chófer para hacer un desplazamiento y se dirigieron a la capital. Llegados al lugar de destino, antes de apearse del coche se vistió con ropas de mendigo de las que se había provisto y se maquilló de forma adecuada al ropaje que iba a utilizar. Llamó a su chófer, esperó a que superara la sorpresa de verlo con tal aspecto, y le dijo: Te vas a situar frente adonde lo haga yo, a una distancia adecuada para ver cuando yo me lleve la mano a la frente; cuando así lo haga, seguirás a la persona que en ese momento esté conmigo y, a una distancia de doscientos o trescientos metros, le entregarás uno de los sobres que te doy, diciéndole: “Para usted, de parte del mendigo al usted ha socorrido hace unos instantes.” Y a continuación regresarás donde estoy. Seguramente cuando tú llegues cambiaré de lugar y tú actuarás exactamente del mismo modo en el siguiente caso, así hasta que entreguemos los seis sobres que te he dado, momento en el que regresaremos adonde hemos aparcado el coche.

     Se apeó del vehículo y se adentró en una plazuela ajardinada en la que ociaban hombres, mujeres y niños. Allí, sentado en lugar estratégico, tendió su mano demandando ayuda y así permaneció durante algún tiempo sin que nadie le prestara atención. Le miraban con curiosidad, pero nada más, hasta que una señora se le acercó y dejó caer en su mano una moneda. ¡Un euro! Fue tal su sorpresa que no pudo ni decir gracias. Marchó la bienhechora y al momento reaccionó haciendo la señal convenida a su chófer, que procedió a seguirla.

     La misma situación se produjo cinco veces más, hasta agotar los sobres, momento que Sergio aprovecho para dirigirse al discreto lugar en que habían aparcado su vehículo, a esperar que regresara su chófer.

     En días siguientes procedieron a actuar del mismo modo en distintas ciudades, siendo el noveno de ellos cuando fueron sorprendidos por una noticia que apareció en prensa, por la que una persona refería que con posterioridad a socorrer a un mendigo recibió de persona desconocida un sobre conteniendo un talón por importe de 10.000€, que su banco le había hecho efectivo. Abundaba la noticia que, al parecer, a alguna persona más le había ocurrido lo mismo.

     Recogido en su casa, una vez realizada ese día la escapada correspondiente para entregar los consabidos sobres, al ojear la prensa se encuentra con una noticia que colma sus previsiones: Bajo el encabezamiento de “DIFÍCIL DE CREER, PERO CIERTO” se relata que según cuentan los favorecidos, que parece son bastantes, al poco de entregar una limosna a un mendigo recibieron de parte de este, por medio de otra persona, un sobre que contenía un cheque de 10.000€, que con lógica incredulidad tomaron, y cuyo importe, con la misma incredulidad y mayor sorpresa, les fue pagado por el banco que lo conformó.  Las cosas así, se estaba notando un desmesurado incremento de las ayudas que últimamente venían recibiendo los mendigos en todas las ciudades. Y terminaba el artículo manifestando: “Nunca los mendigos habían alcanzado tan altos niveles de estima y ayuda económica por parte de la población.”

     “Si tienes mucho, da mucho; si tienes poco, da poco, pero da siempre.” (Libro de Tobías).

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