Índice de Documentos > Boletines > Boletin Junio 2006
 
- EL ABUELO * a Francisco Bernabéu Penalva
 
Rompió el tazón de leche. Se le cayó de las manos. -¡Ya se lo dije!: ¡Abuelo, lleve cuidado! Pero claro; ni caso. Es un torpón.

Cogió la fregona y, enérgicamente, tal vez exageradamente enérgica, limpió el suelo de la cocina. No hay gritos, pero sí actitudes que delatan.

El abuelo la miraba compungido en búsqueda de comprensión… Lo siento, hija, lo siento…

Se sentó en la mesa camilla y, arropado por el faldón, dormitó ensimismado al calor del brasero eléctrico. Seguramente, de nuevo proyectaría para sí la película de su vida. Dura, en blanco y negro –no había color en sus tiempos- y sin cortes de censura. Lo bueno y lo malo. Acentuando lo malo por las circunstancias, cómo oprime el pasado visto así.

Soledad es lo que siente ahora. Pero, ¿cómo es posible? ¿rodeado de su familia se siente solo? ¿Y sus nietos? ¡Ah, los nietos!; los ratos que pasa con ellos son inefables. Son momentos felices; escasos, pero no puede pedir más; su salud tampoco permite demasiadas alegrías. ¿Y sus hijos? ¡Ah, los hijos! Hipotecados de por vida apenas tienen tiempo para comer. Y claro, disponen solo de los fines de semana para “descansar”, que equivale a coger el coche, viajar o salir por ahí a comer o a cenar. Y el abuelo, ¡Ay, el abuelo! El abuelo ya no entiende nada.

¿Y la tele? Siempre enchufada y, prestando un poco de atención, el programa de turno es tan “cultural” que pregunta al entrevistado qué parte del cuerpo de su pareja “le pone”… ¡qué interesante! Parece que no da para más. Por eso el abuelo dormita. Nadie habla con él, ya no puede leer, le falla la vista… Podría hablar pero… ¿cómo sintonizar con alguien, intoxicados, como muchos están, por la miasma ambiental? Mover el dial pacientemente hasta encontrar con quién, al azar, a ver… es rudimentario y propende al fracaso.

Los avances de la ciencia aumentan la esperanza de vida de la gente, expresada en años. Pura cuestión temporal. Pero, escasea el tiempo y los cambios son vertiginosos. Al menos así lo parece. Y, de prisa para no llegar tarde, hay que adaptarse. ¿Cuándo se reflexiona? En esas condiciones, ¿cómo seguir integrado en esta sociedad inestable de manera activa, al menos mientras la salud permita aportar el cúmulo de experiencias vitales que en la madurez se atesoran? Parece un despropósito prescindir de esos valores.

Tiempo habrá para que la sociedad compense esos servicios cuidando de verdad el bienestar de las personas mayores. Cuando por su precariedad o carencias lo precisen, debe hacerlo en justa reciprocidad a lo recibido y manteniendo viva la voluntad de concurrencia, de acuerdos o tolerancias. Pero hasta entonces, ¿cómo tender puentes, cómo facilitar la comunicación entre las diferentes “cohortes” de esta sociedad de edades?

Hay personas dotadas de gran energía para vivir. Hasta una edad muy avanzada, se relacionan de un modo u otro con los demás y, siempre dispuestas, escuchan porque son receptivas y se les escucha porque tienen mucho que aportar. Pero no todas, aun con valía, tienen esa suerte. Otras en cambio se apagan, incluso se minusvaloran, y ellas mismas se sientan en el banquillo renunciando al encuentro.

Lo mismo ocurre en las generaciones más jóvenes. Por eso creo que el problema es de conocimiento, comprensión y respeto –como dijo el profesor Ariño en el IX Foro de Debate- y en consecuencia, de actitudes y no de reglas para resolver el conflicto entre generaciones, si es que lo hay. Aunque peor sería la indiferencia. Solo el hallazgo de afinidades o de intereses comunes permitirá esa deseada y sin duda fructífera relación.
Y, seguramente, su búsqueda es el camino.

No es tarea fácil, ni para unos ni para otros. Pero debe ser tarea de todos, porque es tarea común.

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