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- R O C Í O
 
Aunque su nombre evoca las diminutas gotas acuosas que humedecen el campo en los amaneceres primaverales acentuando el color y el olor a yerba fresca, Rocío, que así se llama, es incapaz de reconocer la dolencia que corroe su figura, insulsa y macilenta ya, y se niega a recibir tratamiento médico que la redima de su infortunio.

Por esas circunstancias, la orden de ingreso en un hospital tuvo que dictarla la Audiencia Provincial de Barcelona, y ha tenido que ejecutarse con premura al conocer el grave estado de inanición de la muchacha.
Agrandes rasgos, esa es la noticia divulgada.

Anorexia: Miedo; terror a aumentar de peso; baja autoestima. Desadaptación. Trastorno alimentario.
¿Qué les instiga para llegar a tales situaciones límite? ¿Patrones de belleza ilusorios? ¿Exigencias sociales, veladas o no, de determinadas medidas corporales? ¿La percepción delirante de sus cuerpos, pervertida por tales exigencias? ¿Cómo se ven?

No me cabe la menor duda de que otras causas, biológicas, psicológicas o circunstanciales pueden desencadenar este mal, pero tampoco dudo de que la presión social a través de la moda y el culto al cuerpo acentúa las debilidades de determinadas etapas de nuestra vida:

Leo en la prensa anuncios de fantásticas dietas de adelgazamiento; de liposucciones prodigiosas; de pastillas de eficacia milagrosa y de clínicas que quitan arrugas y grasas, que dejan el vientre plano, que arreglan los pechos… se vacía por aquí y se rellena por allá, que… en una palabra: recrean.
Si para algunos lo que la naturaleza ha formado a lo largo de los años es repelente, pues se reforma en un santiamén para acomodarlo a los cánones de la moda y asunto resuelto. Y como muestra de los excelentes resultados, la consabida foto de una mujer o de un varón, o de ambos juntitos en posición de arrumaco, “perfectos”. Sutiles e impolutos. Muy atractivos.

Sigo leyendo por ahí publicidad para ´cuidar la línea´: alimentos ´light´, bajos en colesterol y calorías; desnatados con ´bífidus o bacillus´ de no sé qué (la gente los busca en las etiquetas aunque sin saber bien qué son).
Gimnasios y saunas, fajas reductoras… todo por alcanzar las tallas ´barbie´ que lucen en las pasarelas las admiradas modelos que, por su estética, parecen angelicales y no de este mundo.
¿No serán estas modelos lo anormal? Muchas de ellas ¿no sufrirán también trastornos alimentarios provocados por los rigurosos requerimientos de su profesión? ¿Por qué los que crean tendencias, los diseñadores, exigen siluetas de excepción como patrones de belleza para presentar sus creaciones, y prescinden de las tallas más usuales?

Demasiadas preguntas para tan ambiciosos intereses. La relación entre estas tendencias de la moda y el aumento de enfermos, especialmente chicas adolescentes, resulta innegable: la belleza a que aspiran se identifica con la delgadez. Así se nos presenta a todas horas en prensa, radio, televisión, cine, y en las pasarelas, escaparate de esplendorosos modelos, femeninos o masculinos, que seducen con sus cuerpos y vestimenta.
Todo un ejército aparentemente amable que actúa para vender, a pesar del lastimoso coste que, aferrados a esta loca quimera, algunos tienen que pagar.

¿Y después, que? -dicen unos mirando a otra parte-.
¿Nos vamos de copas o de botellón?

 

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