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ABRIDME VUESTRA PUERTA, AMIGOS MÍOS
 


¡Abridme vuestra puerta, amigos míos
y dejad que me siente a vuestra mesa!

¡Dadme, con vuestro pan y vuestro vino,
algo de comprensión y de consuelo!

¡Escuchadme tan solo unos instantes
para que pueda luego, confortado,
seguir buscando mi lejana meta!

Traigo los pies llagados que, en mi surco,
entre el polvo y el barro, me han herido
aguzadas espinas… Que mis manos
me duelen de vacías… Que me azota
la noche, con sus sombras inconcretas,
el gesto sorprendido de la Luna
y un miedo de cuchillos y de sangre

El alma se me va por la corriente
de un no sé qué, que agosta mi esperanza.

¡Dejadme entrar en vuestra casa, amigos!

Tengo sed de canciones y de rosas,
de vertientes abiertas a la vida,
de canción de nacientes manantiales
y promesas de amor y de milagros…

Estoy llamando atormentadamente
en vuestra puerta, amigos… ¡Socorredme
con vuestra comprensión y vuestra ayuda!
Y, después de dormir este cansancio.

Que me duele en la carne y en los huesos
y en la sangre, y en el alma, y la añoranza,
después de que recobre la sonrisa,
y deje de sentirme abandonado.

Si queréis que os cuente lo que he sido
y lo que quise conseguir… Si, acaso,
queréis que os describa, paso a paso,
el camino que llevo recorrido.

Si queréis que os diga lo perdido
en la infinita sombra de mi ocaso,
que os hable de mi logro, mi fracaso
y de cada comienzo repetido…

Que os diga de mi sueño acrisolado,
de este fiero dolor que me traspasa
de esta obsesión absurda que no mengua.

¡Dejadme que me siente a vuestro lado
y dadme de beber!... La sed me abrasa
y se me pega al paladar la lengua.

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