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- MARBELLA SHOW
 
Los personajes que han dado imagen a Marbella en los últimos años parecen haber nacido para el espectáculo.

Una ciudad que ha tenido una sucesión de alcaldes como Jesús Gil, Julián Muñoz y Marisol Yagüe merecería compasión de no ser porque se trata de autoridades legítimas surgidas de las urnas y una moción de censura, es decir, de no ser porque sus vecinos han querido que sean ellos los que manden.
Por eso el escándalo inmobiliario de Marbella es penoso pero esperanzador. Esperanzador porque la actuación policial y judicial, si se prueba la trama, parece ser en este caso más efectiva que la política; esperanzador porque todavía quedan ciudadanos que no quieren oír de entendimientos turbios entre alcaldes, promotores, testaferros, concejales, intermediarios o funcionarios, y acaso recuperen la confianza a la espera de que el ministerio del Interior anime también la indagación en otros escenarios, en otros municipios de prodigioso desarrollo urbanístico.

Por lo pronto, y aunque algunos se empeñen en enterrar la división de poderes de Montesquieu, la separación del poder judicial sigue siendo útil, incluso con su vieja justificación liberal de que el poder frene el poder. Los personajes políticos de Marbella sometidos a investigación responden al perfil de autoridad que se ha impuesto en la ciudad andaluza y que, por lo visto, merecen atención judicial.

En política, Marbella interpreta su propio ´show´. Cualquier protagonista promete sorpresas, y hasta la antaño opositora Isabel García Marcos, azote de Gil y Julián Muñoz, luego teniente de alcalde con luna de miel ´interruptus´, comparece en entredicho.
Hace años sus discursos combatían la corrupción; ahora será prudente aguardar los resultados de la Operación Malaya, no vaya a ser que la señora nos recuerde con su evolución lo que ya escribió Mark Twain: que el enemigo mortal del hombre es su propia lengua.

 

 

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