Índice de Documentos > Boletines > Boletín Febrero 2006
 
AL HABLA CON... * FRANCISCO MIRA ALFONSO
 
Cuando me propuse entrevistar a Paco, para el boletín de Febrero, no esperaba encontrarme con la persona que a lo largo de nuestra charla fui descubriendo.

Fue amena, entrañable, divertida y sobre todo sincera; aquí queda constancia de lo que me contó, en respuesta a mis preguntas:

¿Quién es Paco Mira y cuál fue su trayectoria profesional?.
–Nací el 26 de julio de 1930 en la casa de campo Cavafría en el valle de Monóvar (Alicante). Mi infancia fue todo lo normal que podía ser con una Guerra Civil por medio, pero la verdad es que no nos enteramos demasiado porque mi padre, en edad de quinta, fue destinado a Villavaliente (Albacete), donde se estaba construyendo un aeropuerto, y su misión era llevar un camión.
Al acabar nos vinimos a Alicante y yo, con 10 años, fui al Instituto y acabé en el año 1947 el Bachillerato, año que coincidió con la muerte de mi padre; por no dejar a mi madre sola no pude estudiar Medicina que era mi ilusión.
En una academia estudié Derecho y acabé la carrera en 1953, colocándome como pasante con el Decano del Colegio de Abogados.
Hice la milicia aérea universitaria, y en 1950 obtuve el título de piloto de vuelo sin motor en Llanes; en el 51, el de piloto elemental en Burgos, y en el 53 la transformación a piloto de guerra en Sevilla, en la modalidad de caza.
A finales de los 60 obtuve también el título de piloto de embarcaciones deportivas a motor, y como, naturalmente, tengo el de conducir coches, pues eso, conductor por tierra, mar y aire.

Me llamaron de la Caja porque iban a jubilar al Director de la oficina de Monóvar y me ofrecieron ese cargo. Acepté, de acuerdo con mi entonces novia, porque el ejercicio de mi profesión sin antecedentes familiares era muy difícil, y aceptando me aseguraba un buen empleo y una subsistencia segura.
Recuerdo, como anécdota, que al hablar con D. Antonio Ramos le dije que no tenía ni idea de temas bancarios y me respondió que eso me lo enseñarían en la oficina principal haciendo prácticas un par de meses. Mi sorpresa fue que a los 10 ó 12 días me dijo:
“Mira, Paco, esta noche sale a las diez un tren que debes coger para ir a Monóvar y mañana te presentas en la oficina”. Me quedé de piedra, pero me dio ánimos y dijo que saldría adelante.
Así lo hice, tuve suerte, cogí la oficina en Marzo y al acabar el ejercicio el saldo de ahorro era más del doble. ¡No sería tan mala mi gestión! Me identifiqué mucho con el pueblo y sus problemas y hasta conseguí desbaratar un plan urbanístico que era demencial; la Caja se quedó en subasta ese solar, muy céntrico, y construyó un magnífico edificio de viviendas que, en aquella época, fue el más bonito del pueblo.
En la oficina pagábamos las pensiones de los jubilados, y el primer día siempre era de locura por las colas, empujones..., entre los pensionistas estaba un señor con aspecto distinto al resto, sufriendo estos inconvenientes y me dio pena.
Pregunté quién era y me respondieron: es D. Amancio, el hermano de Azorín; me ofrecí a ir a pagarle la pensión a su casa y comprobé el estado, viejo y destartalado, en que se encontraba el inmueble; hacía mucho frío, tenía incluso ventanas rotas, y me enseñó una habitación donde había gran cúmulo de papeles, libros y revistas, sin orden, algunos rotos, y, al ojear todo aquello vi que era un fondo bibliográfico extraordinario: cartas de los literatos contemporáneos de su hermano, libros acotados y con comentarios de su puño y letra, etc.

Me quedé muy preocupado porque si a aquello no se le ponía orden terminaría por desaparecer. Se lo comenté a Salvador Poveda, de la Junta de Gobierno de la Caja, y esa noche ninguno de los dos pudimos dormir. Decidimos ir a Alicante a contárselo a D. Antonio, que era un “sabio”, y al exponerle la situación se quedó un par de minutos sin hablar, y mirando al techo nos dijo:
“La idea vuestra, que la hago mía, de constituir allí una casa-museo es magnífica.
La Caja dará todo el apoyo necesario pero ya os advierto que será un camino muy difícil y largo de conseguir”.
Salvador y yo nos miramos y nos fuimos al pueblo muy contentos, y empezamos las gestiones que culminaron a los nueve años con su inauguración.

Me casé con Mercedes en el año 1958 y tuvimos 3 hijos, 2 varones y una chica, que me han dado una nieta de 10 años, 2 nietos y en Abril espero otra nieta. En el año 1966 me preocupaban mis hijos, porque sus estudios los tendrían que hacer fuera de casa, así que pensando en solicitar mi traslado me propuso D. Antonio, que se iba a jubilar, que pasara a formar parte del nuevo equipo de D. Francisco Oliver.
Imagínate mi alegría: eso coincidía con mi deseo de volver a Alicante. Esperamos hasta que se inauguró la nueva oficina en Monóvar, en Octubre, y me incorporé a disposición de la Dirección General como Secretario de Dirección, colaborando en el concurso de cuentos “Gabriel Miró” y actuando como responsable de mantenimiento y servicios de la Central en San Fernando.
Al jubilarse D. Francisco y sustituirle D. Miguel Romá, que era muy amigo mío, pensé que querría hacer su propio equipo y pasé al Departamento de Publicidad, llevando la de exterior.

En 1990, con mis 60 años cumplidos y de acuerdo con Personal, hicimos las cuentas, y resultó que si seguía hasta los 65 perdía dinero, así que en cuatro días, y coincidiendo con la boda de mi hija, me jubilé. Como me encontraba fuerte y en el Colegio de Abogados estaba en situación de no ejerciente, solicité volver, y estuve ejerciendo la abogacía con mi primo Paco Mira Falcó que tenía un prestigioso despacho.
Fue uno de los años más felices de mi vida, sin olvidar lo mucho que disfruté en la Caja, pero es que reinicié una carrera que había dejado 33 años antes.
Todo esto acabó en el 2001 cuando falleció mi hijo Santiago, y, a los pocos meses, mi esposa. Se me quitaron las ganas y las fuerzas de continuar.

Es verdad que cuando se cierran unas puertas también se abren otras, y mi gran suerte fue encontrar la Asociación de Jubilados, ya que convirtió lo que pensaba que sería un negro panorama de soledad en mi vida en una situación muy acogedora con mis antiguos compañeros de trabajo y con un ambiente inmejorable que volvieron a darme vida otra vez.
Y aquí estoy como Vocal de Asuntos Sociales; he de decir que han sido muchísimas las consultas recibidas (por la noche en el teléfono de mi casa porque los compañeros quieren intimidad y que sus asuntos no trasciendan de lo privado), y en ello seguiré hasta que Dios quiera.

Le pregunto cómo es un día normal en su vida y me dice:
Muy tranquilo, pero tampoco es que no haga nada. Saco al perro, desayuno, aseo, como vivo en Vistahermosa, bajo al centro a realizar gestiones de diversa índole que me ayudan a pasar el tiempo y, por las tardes, las aprovecho para estar en casa escuchando música clásica, de la que tengo una buena colección, y leyendo, sobre todo libros antiguos, como la trilogía de José Mª Gironella (Los cipreses creen en Dios, Un millón de muertos y Ha estallado la paz) o La mujer de otro, de Torcuato Luca de Tena, que causó escándalo en su momento, etc. Me gustaría escribir algo, pero no puedo, porque es superior a mis fuerzas, y envidio a los que lo hacen y además bien, como nuestro común amigo Timoner.
Al final del día vuelvo a sacar al perro y si hacen fútbol en la tele no me lo pierdo, pero prefiero el resto del tiempo escuchar la radio para estar informado.

Al decirle si está bien de salud aprovecha para contestarme:
Tengo los achaques propios de la edad, pero sin grandes preocupaciones, y un poco de exceso de peso por la tranquilidad y porque si dejo de fumar como más, pero si como menos me entra ansiedad y fumo más ¡un lío!

Al preguntarle si viaja con la Asociación, responde:
Es lo mejor, una maravilla. En el primer viaje valoré mucho el compañerismo que se respira y le dije a Cecilio, Vocal de Viajes, que me apuntara a todos, porque si no puedo ir por algo muy grave, ya le avisaré. Solamente me he perdido uno por tener el pie escayolado.
Como anécdota recuerdo que comiendo, junto a Pepe Verdú y señora, ocupábamos la cabecera de una mesa en U y dijimos que celebraba sus bodas de oro y que yo era el sacerdote que les casó y que ahora era obispo; dije mi perorata y cuando me senté no sabía ni lo que había dicho. Los camareros y el resto del personal creyeron que era cierto, y desde entonces, para mis compañeros, soy “el obispo”.

Y sobre las actividades en JubiCAM dice:
Muy interesantes los Foros de Debate por los temas que se desarrollan, pero también debía haber charlas o conferencias literarias sobre temas culturales, ya que en Alicante hay muy buenos disertadores en este campo.
Me parece muy bien lo que he oído, que se va a acondicionar una sala de lectura y otra de T.V. A ver si se hace realidad pronto y hacemos que el local sirva además de para trabajar, para ir de visita y lugar de ocio. Pido a todos los compañeros que la Asociación vaya a más y que entre todos y la Junta Directiva haya una armonía que facilite las cosas.

Para terminar le pedimos su opinión sobre la Asociación Voluntarios CAM y responde:
Considero magnífica su labor y el desarrollo de sus actividades y proyectos. Sabes que asistí a la primera reunión como representante de los jubilados, pero constaté que la Junta utilizaba las nuevas tecnologías y ese es un tren que para mí ya ha pasado. Y precisamente te lo pasé a ti.

Pues nada, a ver si me pasas también toda tu ilusión y tu energía para, entre todos, hacer que nuestro colectivo de Jubilados sea lo mejor que pudiéramos imaginar.

Muchas gracias, “obispo”.

Volver