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LA NOCHE * REQUIEBROS
 
El día no quería morir, con garras de oro del horizonte se colgaba; y el lucero de la tarde, como carbón de fragua encendido, brillaba con todo su fulgor.

El color del cielo, como en una inmensa paleta, transitaba de occidente a oriente, del blanco puro al negro azabache, con una gama intermedia en un degradado de maravillosos azules. Sobre esa paleta infinita, se pintaba ya el disco blanquecino de la luna con toda su corte celestial de estrellas, configurándose animales, guerreros, dioses mitológicos... y todo aquello que la imaginación humana puede concebir.

Un niño contemplaba absorto oscurecerse el firmamento. Perfumes de higuera, jazmín y galán de noche embriagaban el aire; el canto agónico de una cigarra de súbito enmudeció y una banda de grillos comenzó a interpretar su metálica sinfonía.

-¡Abuelo!, ¡mira la luna!, es como la moneda grande de plata que me darías cuando fuese mayor.

-¿No te parece la luna más bonita que mi moneda? Fíjate como nos mira; observa cómo sus rayos de plata van jugueteando con los árboles, las plantas y el agua, creando sombras fantasmagóricas que nos afligen, y casi siempre nos inquietan. Los hombres primitivos la adoraron, y la mayoría de los poetas le han escrito... - le iba contando el abuelo.

-¿Qué son esas rayitas blancas que aparecen y desaparecen corriendo por el cielo?- preguntó el niño interrumpiendo la disertación.
Sin mas explicación, el abuelo dijo:
- Son estrellas fugaces. Cuando veas una, y antes de que desparezca, le puedes pedir un deseo-.
Pasó un tiempo. Una maravillosa lluvia de estrellas, hijas de algún lejano cometa del que se desprendieron para morir, cruzó el firmamento.

-Abuelo, quiero ser astronauta para ir a la luna y ver si es tan bonita como cuentas- comentó el niño.

El abuelo aguardó un buen rato, y mirando el firmamento respondió:

- Pronto nacerá un nuevo día. Es ya muy tarde, debemos acostarnos y dar gracias a Dios por permitirnos contemplar tanta maravilla-.
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REQUIEBROS

Trigal encendido
son tus cuidados cabellos,
amada.

Perlas de rocío
es la sonrisa de tu boca,
amada.

Bambú primaveral
es tu cimbreante cintura,
amada.

Olas del mar mecen
tus ondulantes caderas,
amada.

Torrente de pasiones
es todo tu cuerpo,
amada mía.

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