Índice de Documentos > Boletines > Boletín Enero 2006
 
LAS PERSONALIDADES DE UNO
  Siendo joven, consideraba la personalidad como una herramienta que debería cuidar, una especie de atractivo social que podría abrirme el camino hacia el éxito si personalmente lograba poner cualquier tipo de superioridad que alcanzase en la vida al servicio de las relaciones con los demás.

Con el paso del tiempo y gracias a mantener todavía abierto el registro de experiencias, puedo manifestar, como paso previo a lo que después diré, el decepcionante uso que de la personalidad pude haber hecho.

Sépase que mi proposición de hoy, como autocrítica de lo que podría ser una reprobación generalizada, no es el fruto purificador de una catarsis, sino un recurso comunicativo que facilite la aceptación del mensaje, puesto que todo lo defectuoso es más fácil de verlo en los demás que en uno mismo.
O, dicho de otra manera, hablando de mí mismo, y no de nosotros, procuro una objetividad que supongo no tendría el lector viéndose implicado en ese mal uso de la personalidad al que me refiero.

Dicho lo dicho, ya puedo añadir tranquilamente que, cuando yo hago lo mismo que veo hacer a los demás, por vituperables que me hubieren parecido sus actuaciones, suelo exculparme secretamente diciéndome que no hay más remedio que funcionar como todo el mundo o estás perdido.
Pero, claro, tal pretexto, que valdría de cara a terceros, para mí no sirve, y ¿qué hago?, pues me propongo no hacer mal uso de mi personalidad nunca más, aun a sabiendas de que lo repetiré, por la sencilla razón de que me importa salir triunfante, conseguir un lugar destacado, una vida brillante, causar buena impresión..., etc., etc.

Por lo visto, la personalidad cambia en uno mismo gracias a influencias externas: Yo puedo apetecer una personalidad fuerte sin tener en cuenta que eso significa una fuerte influencia de lo que no es mío –palabras, criterios, teorías de otras personas, etc.– y, en otras ocasiones, preferir encontrar la verdad por mí mismo, por no conformarme con clisés de cajón.
Todos los intereses de la vida, los deseos, las diversiones… constituyen una clase de influencias. Pero, al mismo tiempo, existe otra clase de influencias que parecen ordenadas para que mi esencia o nivel de ser mejore.

Supongo que parte de mi personalidad se crearía sobre bases equivocadas, pero creo que el resto no. Y puesto que ambas partes están constituidas por grupos de ´yoes´ de características bien diferenciadas, ¿por qué no reconozco en mí dos o más personalidades en vez de aspectos de una sola tan difícil de corregir?
Decíamos no hace mucho (1) que los ´yoes´ son fuerzas mentales o emocionales que se han ido fortaleciendo y caracterizando a fuerza de repetir con éxito experiencias peculiares, y que, visualizándolos como repugnantes, lograríamos controlar su protagonismo.
O sea, que puedo debilitar la pandilla de ´yoes´ que integran mi falsa personalidad hasta su inoperancia y, al mismo tiempo si no fue antes, fortalecer los ´yoes´ de mi verdadera personalidad, porque sin ella no tendría defensa.
________________________________________

(1) Artículo ´Tú y tus ´yoes´, publicado en el Boletín nº 68 de Octubre de 2005

Volver