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EL LIMBO
 
O sea, “El lugar o estado para las almas de los que mueren antes del uso de razón sin haber recibido el Bautismo y, por lo tanto, con el pecado original. También van al Limbo las almas de los adultos que mueren sin recibir el Bautismo y no cometieron pecado alguno”… (qué difícil es no cometer pecados)

“En el Limbo propiamente no hay penas. No existe la pena de sentido, porque no hubo tendencia a la criatura, que es razón de esta pena” (sic). ¿?
“Aunque privadas estas almas de la visión de Dios, tampoco es esto pena de daño, porque gozan de un estado de felicidad natural…”
“El Limbo es distinto del Limbo o Seno de Abraham, lugar de espera donde estuvieron las almas de los Santos anteriores a Cristo, hasta que Este consumó su Redención”.
(Párrafos transcritos del capítulo XXX del libro de texto “El Dogma Católico”. Editorial Marfil, 1958).

Yo creo que nos pasamos la vida buscando la felicidad natural; así que, aún sin saberlo, constantemente emprendemos viaje hacia ese sitio imposible de alcanzar hasta que nos llegue la hora; aunque algunos, dichosos ellos, en los momentos de felicidad se crean cerca de él.
Del Limbo, digo. Sin embargo, como la humanidad avanza con ritmo insospechado, ahora se intuye, y así se nos indica, que no; que no lo vamos a encontrar. Que no es dogma de fe. Que el lugar se ha “deslocalizado”. Entonces, ¿qué ha sido de sus moradores?

¡Ay, Señor, Señor! Con lo cerca de él que creía encontrarme, resulta que hay mudanza después de unas sesudas reconsideraciones. ¿Y ahora qué? ¿Qué hacemos con esas almas que se han quedado sin hogar? Nosotros nada. Seguro que la misericordia divina tendría previsto y resuelto este asunto desde la eternidad.

Menos mal que por el momento mi hora no ha llegado y puedo prescindir del lugar para entenderlo como estado, que parece más personal. Me queda la duda de saber dónde me encontraba en ocasiones de felicidad razonable, que las he tenido como, al menos eso creo, casi todos. Sé de otros que también tratan de aclararse.
Mientras lo conseguimos, ahora que se están promocionando habrá que buscar alguna “solución habitacional” en Babia, sitio donde la distracción es habitual. No es mal lugar. Seguramente muchos lo habremos visitado en no pocas ocasiones. Seguro.

Pero miren: todavía nos quedan los Reyes Magos, que por fortuna nos siguen visitando cuando les hacemos caso. Tradicionalmente una vez al año. Y como son importantes, -salen en los papeles sagrados- vamos a procurar ser más hospitalarios, recibirlos con más frecuencia y aprovechar su visita para encaminarles hacia todos los hogares del mundo, especialmente los más humildes, con una generosa carta de recomendación. La de todos nosotros, por supuesto.

A esos no me los quitan.

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