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LO QUE DA DE SÍ UN ARTÍCULO
  El mes pasado, a punto de terminar el artículo que escribía* le di un repaso y, entonces, caí en la cuenta de la extraordinaria humildad del protagonista de mi relato, mi viejo amigo Quelo.

¿Cómo había podido yo, pese a un trato personal de años, pasar por alto su admirable humildad y, sin embargo, releyendo la página que yo mismo acababa de escribir, la percibí? Pues bien, en vez del usual vete tú a saber, me planteé:
¿Será que Dios no quiso que la viese antes de que yo lo quisiera?

Tranquilamente, cerré el artículo y lo envié.

Días después, lamentaba no haber aclarado el porqué de tal suposición, y pensé que estaría bien comentar lo ocurrido en el artículo de este mes y, así, aprovecharía algunas ideas sustanciosas que no había llegado a utilizar en el anterior.
Pero, ¡oh sorpresa!, al intentarlo hoy, no ha habido forma de dar con ellas. Parecía como si las más sugestivas que acaricié en su momento se hubiesen ido como equipaje de aquella actualidad ya esfumada.
Así que, falto de ideas, he pretextado:
Y ¿por qué razón benefactora tenía que preferir Dios que yo viese determinada cosa antes de quererla ver?
Pero tal salida no deja de ser una excusa que evidencia escasa capacidad de estar presente, o dicho más claramente, supone claudicar en mi deseo de llenar de contenido útil este momento y este artículo.
Esta última referencia podría parecer superflua sin su conexión con lo que diré más abajo.

Todo eso me ha traído a la memoria lo que de joven me dijo mi padre:
¿Te has dado cuenta de que tu deseo eres tú mismo? Si no tuvieses deseos, no harías nada. Entonces, si Dios te hizo así, ¿por qué iba Él a darte lo que no quieres? Ten confianza. Actúa como deseas ser y acabarás siendo. No debí de quedar muy convencido, pero no lo olvidé y ya de mayor, he podido comprobar cómo los buenos deseos se hicieron realidad.
El deseo nos ha llevado a apetecer un juguete, una mujer, trabajo, dinero, prestigio, salud, a poseer conocimiento..., todo lo que empuja la vida hacia adelante.

Ciertamente, el poder de realización del presente está aquí, como lo estaba el mes pasado en aquel momento en que escribí el otro artículo, y estará siempre en el “ahora” porque no puede estar más que en él.
Ese poder parece que nos envuelve, y puede que sea así, aunque también se esfuma con facilidad, y no es aprovechado.
Si bien, me atrevo a decir que la energía que parece estar dentro del momento emerge de nuestro deseo.
A esto aludía antes con lo de la claudicación.
El poder constructivo del “ahora” desaparece, poco a poco si flojeas, o de golpe si faltas a tus principios. También desapareció cuantas veces llegamos a creer que no merecíamos ciertas cosas. Es la falta de deseo lo que limita nuestra capacidad de recibir.
Así que, mirar el deseo como la disposición a recibir lo que Dios quiera dar es, al menos para mí, el fruto de este artículo, que intentaré experimentar.
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(*) Sabiduría, lo único que hurtaría

 

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