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LA GRAUA
 
Los presentes, seguro, evocaban compungidos y cabizbajos tiempos pasados repletos de bondades, de cuidados, de afectos, mientras el sacerdote -iglesia llena- daba lectura al pasaje evangélico de Las diez vírgenes ante su cuerpo ya inerte.

Una de las cinco prudentes, dijo. Sí que lo fue, -pensarían al escucharlo quienes la conocieron- . Algunos ojos, aun conteniéndose enrojecidos, destilaban diamantes que discurrían sin disimulo por las mejillas. También de otros, parapetados con gafas oscuras y aliviados pañuelo en mano, brotaban brillantes.

No era para menos: Hasta en tres ocasiones, siempre dispuesta, recibió la visita. Sin embargo, no llegaba el momento. Por eso, la última llamada no pilló desprevenidos a sus familiares y amigos. Tampoco a ella, que tras paciente espera de casi dos años, cuidada por su familia pero incapaz de articular palabra, inmóvil, atiborrada de medicamentos, con la mirada perdida ... como una muñeca de trapo, rota, la esperaría con ansia. ¿Quién se abrazaría a quién? Fundida en el abrazo, esta vez sí, partió hacia la eternidad.

Su alegría, su bondad y atenciones permanecerán inolvidables. Entregada a su trabajo sin reparos, tuvo tiempo de educar. Por afecto; sin esperar nada a cambio. Colaboró con generosidad ¿Qué se le podría dar? El mismo afecto que ella entregó. Pero no en pago ni por gratitud como noble acto de voluntad para corresponder a lo recibido, sino por amor. Los afectos no se agradecen. Simplemente fluyen. Son algo que nace ... porque sí. Y nacieron. Así de sencillo y así de complejo también.

Todo surgió en tiempos de “La Campanera”, de “Maria de la O”, de “El emigrante” y “Pena Mora”... que junto con otras compañeras entonaba en la fábrica acompañando a la radio que acababa de llegar: Una Philips con un ojo verde que había que ajustar para conseguir una correcta sintonía con Radio Altea y con Radio Andorra, ambas con interminables listas de discos dedicados. Radio España Independiente... “La Pirenaica”, también era favorita en aquellos tiempos y se escuchaba con nocturnidad y cautela. Y en privado.

Recién llegados al pueblo la conocimos. Ni las calles embarradas en días de lluvia impedían su visita diaria. Apenas recuerdo... salvo pequeños detalles como el peinado que primorosamente nos hacía, con el ”Arriba España”, -así llamaba a la onda con que despejaba la frente- y la raya que trazaba con firmeza en la parte izquierda -mes recta que la carretera d´Alcoi – decía-. O las trenzas a mi hermana. Y el “Por la señal de la Santa Cruz...” de todas las noches, guiando con parsimonia la mano derecha por la frente, los labios y el pecho...

Nunca faltaron sus consejos y su intercesión ante San Antonio en la búsqueda de cosas extraviadas –jamás le falló -. Tampoco sus Reyes. Y alguna que otra oración, lo sé, en época de exámenes. Crecimos todos. Y nos quiso y nos cuidó como a los suyos. Como una madre.

 

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