Índice de Documentos > Boletines > Boletín Agosto/Septiembre 2005
 
EN LA PANZA DEL GATO
 
Yo iba nadando alegremente por la vida.

Porque soy un pez. Un pez de colores. Rojo. Casi todo rojo. Ahora habito en el estanque del Parque del Retiro de Madrid. Es grande y espacioso. Inmenso para mi. Y me muevo con gran libertad. Por la mañana, cuando comienza a clarear el día, desperezo mis agallas y hasta la última de mis escamas, y se las presento al sol para que reciban sus rayos dorados que les imprimen un precioso tono irisado.

Pero no siempre fue así. No sé donde nací. Yo era un pececito de colores, rojo, casi todo rojo, que moraba en una fuente pequeña del Parque del Retiro de Madrid.

Todas las mañanas, los pececillos, nadábamos por la fuente redonda, aprendiendo a dar distintos tonos de color a nuestras escamas, como los peces mayores nos habían enseñado. Pasando por plantas y escondrijos que en la fuente se encontraban, conseguíamos variedad de tonalidades que embellecían el tinte rojo de nuestra piel. Anémonas para el azul, rojo y violeta. Nenúfares para el rosa y el nácar. Esa era nuestra única ocupación y tema de conversación. Los árboles y el cielo que veíamos a lo alto, más alto todavía que las figuras de la fuente donde vivíamos, eran para las nubes y los pájaros. Sólo el sol con sus rayos se acercaba a nosotros.

Un día el agua se agitó. Miles de burbujas, formando espuma, me impedía ver de quien era la mano que entraba en nuestra morada. Al principio creía que era la estatua de la fuente que se movía y había bajado. Pero los peces mayores me dijeron que no. Que era un niño. Un hombre, pero como yo, pequeñito.

Me acerqué a él y nos hicimos amigos. Venía todas las tardes. Cuando salía del colegio hacía recados para la tienda de la esquina. Quería conseguir dinero para pagar sus estudios. En su casa no lo había y él quería ser ingeniero. Tener cosas bonitas como las que veía en las casas adonde llevaba los paquetes de la tienda donde trabajaba. Lámparas doradas, alfombras de colores y cuadros con señoras elegantes. Soñaba con tener todo eso y yo formaba parte de su sueño

Un día llegó más contento. Me cogió con cuidado y sacándome de mi agua me llevó a su casa. Me decía lo bien que lo íbamos a pasar. Pero, cuando llegamos, como despertando, vio que nada de lo que veía le gustaba. No había color, las paredes eran grises, el suelo oscuro, y los muebles negros. Mis colores alegres desentonaban. Me miró con tristeza, y muy despacio me cogió y me dio a comer al gato.

¡Y que mal se estaba en la panza del gato!. Estaba oscuro y tenía miedo. Agité las agallas, la cola y las escamas. El gato se sintió incomodo y salió corriendo a beber agua. Cuando estaba bebiendo en la orilla del estanque del parque del Retiro, un niño malo le pisó el rabo, abrió la boca asustado y aproveché la ocasión para salir disparado.

Hoy voy alegre nadando por la vida. Porque soy un pez. Un pez de colores. Rojo. Casi todo rojo. Habito en el estanque del Parque del Retiro de Madrid y cuando comienza a clarear el día desperezo mis agallas y hasta la última de mis escamas y las presento al sol para que reciban sus rayos dorados que les dan un precioso tono irisado.

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