Índice de Documentos > Boletines > Boletin Diciembre 2006
 

 

 

¡SOY YO!

 

 

Demetrio Mallebrera Verdú

 

La casualidad nos guió y nos hizo apar-  car el vehículo al pie del portal aquel que era tan transitado, por lo que la observancia de las costumbres resultó ser de lo más entretenida mientras esperábamos el momento de reunir-nos con la persona con la que nos habíamos citado, quien apareció sobrepasando con hol-gura la hora fijada, para mejor cumplimiento de lo que suele esperarse de los españoles en estos trances de lo que cada cual entiende por puntualidad. Tras aquella puerta debían de estar viviéndose muchas vidas distintas porque era abundante el flujo de entradas y salidas, y crispante el ronroneo de bisagras, el clic de apertura electrónica y el cierre abrupto y ma-chacón de la hoja laminada o de robusta made-ra. Y he dicho muchas vidas, en efecto, porque además de entrar y salir distinguidas personas de toda edad, sexo (al menos, el aparente) y condición económica, cultural y social, con sus rostros haciendo juego con sus ocupacio-nes y preocupaciones, también se movían “li-bremente encadenados” unos cuantos chuchos simpaticones y repeinados que estiraban, ade-más de sus extremidades, sus abultadas orejo-tas de sabueso; y, además, uno puede echarle un poco más de imaginación y hacer un cálcu-lo sobre el resto de animalillos domésticos que quizás no estén empadronados pero que tam-bién ocupan su espacio vital. La gente que salía no decía mucho. Pero la que entraba, si no usaba las llaves y su campanilleo corres-pondiente, tocaba un timbre y a la pregunta de rigor siempre respondía lo mismo: ¡Soy yo!

            Pero, hombre, ¿cómo van a ser “yo” todos los que han llamado? ¿No tiene cada uno un nombre propio, o un alias por si hiciera falta, o un apodo para ser más coloquial? A menos que uno crea que quien está al otro lado para responderte es quien se pasa la vida pen-sando en ti y casi no come ni duerme conside-rando tu repentina llamada, o te reconozca por el tono y timbre de la voz, lo normal es pensar que  precisamente  “yo”  sea  casi  su antítesis,

 

o sea nadie. En esta portería no hay codificado-res ni contraseñas, ni nadie da la cifra o palabra secreta, ni se pronuncia un “pin” que valga, ni nada de nada, para que ese “nadie” sea “al-guien” en concreto. Aquí, mientras hemos es-tado aparcados durante un par de horas, a todo el que ha dicho “¡soy yo!” (eso sí, con total claridad y naturalidad) le han abierto la puerta. Lo que pase luego no nos es posible saberlo. Lo que sí que podemos añadir es que este com-portamiento es el generalizado en la mayoría de porterías, porque abunda la confianza generosa, si bien habría que distinguir la puerta de paso a un edificio ocupado por muchas personas o por una sola. Un mínimo de atención y prevención, sobre todo pensando en los demás, nos aconse-jaría no abrir demasiado alegremente.

Al teléfono nos pasa algo semejante. Sol-tamos nuestro saludo, cuando nos da la gana de anticiparlo, con un “oye, soy yo”, y entramos directamente en materia dando a entender que no admitimos ni un instante de duda, porque aquí, querido amigo, y más claro que en ningún otro sitio, la duda ofende. ¿O es que voy a tener que repetir como un eco mi nombre con la ver-güenza que eso me provoca? La ofensa no que-da ahí, va más lejos y se hace aún mayor cuan-do se nos dice directa o indirectamente, con educación y buenos modos, que no se nos reco-noce. Cuando esto sucede, el cabreo va a ma-yores y en ese instante pasamos en un santia-mén de ofendidos a ofensores. ¿No le ha pasa-do a usted? ¿Verdad que antes de decirle al que escucha que no lo conoce se devana los sesos afilando su memoria auditiva porque teme que se ponga como se pone, que parece que le hayamos insultado? Los que venden productos de seguridad sofistican al máximo la oferta con blindajes, videoporteros e identificadores de llamadas. Y los sucesos machacones nos re-cuerdan que existen personas distorsionadoras que, abusando de nuestra soberbia, se cuelan en nuestras fincas y en nuestras vidas, aprove-chándose de ese simple “soy yo”.

 

Volver