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AL HABLA CON …

 

JOAQUÍN BOTÍ COPADO

 

Vicente Esteve

 

 

Cuando se es afortunado en amores, se dice, que no se puede ser también en el juego, pero la excepción confirma la regla y ésta se cumple en el caso de Joaquín Botí Copado. Descubriréis por qué en el transcurso de la entrevista.

Me cuenta que nació el 13 de enero del año 1934 en el pequeño pueblo de Serón (Almería) al estar allí desplazado su padre ejerciendo de maestro. Ese día había un metro de nieve y la comadrona tuvo problemas para llegar a su casa, por lo que la asis-tencia al parto fue por una vecina que estaba en ese momento con la matanza del cerdo y llegó con las manos llenas de sangre de hacer morcillas. Desde entonces nunca ha nevado tanto, y ya se sabe: “año de nieves, año …”. Es un pueblo muy bonito, enci-ma de la montaña y con minas de hierro que al es-tar en explotación provocaba un fuerte ruido cuan-do pasaba el mineral por las correderas, asustando sobre todo a los más pequeños. Allí pasó la familia la guerra civil, en zona roja, y su padre ayudó a mucha gente en los años de carestía repartiendo la comida que enviaba el Gobierno. En la posguerra estuvo separado del cuerpo docente unos años por motivos políticos hasta que regresaron a Cartage-na, ciudad que era entonces totalmente distinta a lo que es hoy. Sin cumplir todavía los trece años se puso a trabajar, ya que eran seis hermanos: prime-ro en una carpintería, y no le gustó; después en una fontanería, y tampoco, y probando, probando, llegó a encajar en el cine, como operador cinematográ-fico, proyectando películas de pueblo en pueblo y a veces en dos la misma jornada. El sueldo no daba para mucho y durante el día trabajaba en lo que salía, incluso como estibador de mercancías en el puerto, contando cajas de naranjas. Le llegó la mili, y la hizo en el cuartel de instrucción de mari-nería en Cartagena, y lo destinaron como operador de cine en el arsenal militar. El resto del tiempo lo pasaba en la oficina preparándose para cuando saliera, y ya, cuando tenía un trabajo esperándole, ampliaron el tiempo del servicio que pasó de ser de 21 meses a 24, por lo que perdió la oportunidad. Al no tener otra cosa, se embarcó como mecánico en un petrolero de bandera noruega y visitó el Golfo Pérsico, Libia, etc. y en un viaje que hizo escala en Cartagena, donde tuvo un accidente que le produjo la fractura de un dedo, los amigos lo convencieron que el barco no era lo suyo.

 

Me dice

- Conocí a mi mujer, María, y ella me cambió la vida. Nos casamos el 19 de junio del 60 y fruto de nuestro matrimonio fueron nuestros 3 hijos Jesús, José y Joaquín. Como llegó la televisión por aquel entonces vi la oportunidad de un nuevo trabajo, y fue una bendición, porque llegué a tener 2 operarios que me ayudaban en el montaje de las antenas. También me ofrecieron una ferretería y allí que me “embarqué”, sería por la morriña marinera, pero en tierra.

Estando embarazada de nuestro primer hijo, María, le escribió a D. Antonio Ramos Carratalá pidiéndo-le trabajo para mí y nuestra sorpresa fue que nos contestó diciendo que me presentara a D. Luís Ro-sas Pascual, y ocurrió que el 4 de diciembre del 61 la Caja de Ahorros del Sureste necesitaba un ope-rador para los cines Mariola y Principal, y allí esta-ba Joaquín. Coincidió también que el operador del Aula de Cultura se marchó y me dijeron al sustituir- lo que el trabajo sería para 3 ó 4 días, los que se convirtieron en 25 años. Al principio fue una rela-ción laboral un poco rara, pero al final me hicieron de plantilla. Allí coincidí con gente extraordinaria, y mi vida se me apausó un poco después de tantas vueltas. Por las mañanas en la ferretería y por las tardes en la Caja, - María estaba por las tardes en la ferretería- y así, con los dos trabajos, me desenvolví hasta cumplir los 65 años. Y sacando adelante a los hijos: el mayor es militar, teniente, y actualmente está en El Líbano, por lo que es lógica nuestra preocupación; el del medio es viajante comercial, muy bien situado, y el pequeño es aparejador. Cada uno lo que ha querido, y me han dado 6 nietos: 4 nietas de 22, 5, 2 y 1 años y 2 nietos de 16 y 2 años.

Al preguntarle por su jubilación, me cuenta que al empezar la nueva vida se apuntó a JubiCAM con miedo, ya que no tenía contacto con personas de la Caja, pero en el primer viaje que realizó se le disiparon todos los temores y regresó con alegría porque fueron solos y volvieron con 50 amigos. A partir de aquí está totalmente integrado. Su amigo Cecilio, anterior vocal de viajes, le dijo: -“Botí, te vamos a hacer delegado de la zona del Mar Menor” y aquí sigue, haciendo amigos. A la reciente comida en Yecla fueron 17 socios de Cartagena y hablar con ellos le hizo mucha ilusión. Por cierto, le tocó la  televisión,  y  al  día  siguiente, el  jamón. ¿Tiene

o no suerte también? Odia el juego y solamente compra la lotería de JubiCAM, y el 13 es su núme-ro de la suerte. Cuida su pequeño jardín con cariño y allí hace unas paellas que todos dicen que le salen buenas. Como anécdota recuerda que en el concurso de Calasparra, organizado por Paco Espín y Pepe Cava, su equipo con Paco Mira, José Verdú, Mariló y su esposa Mari hicieron una de verduras; él había llevado en el autobús una botella de butano y un  “lanzallamas” de medio metro que utiliza para quemar las yerbas del jardín y fue el primero en encender. A partir de ahí se lo tuvo que dejar al resto. Recuerda lo bien que resultaron las comidas de convivencia en Calasparra, en Biar y en Cartagena por lo que, dice, habría que retomar- se el seguir haciéndolas aunque reconoce que 192 personas comen mucho y es difícil organizarlas.

Le pregunto por la salud y los viajes, y esto es lo que dice:

-Me operaron en Barcelona del corazón hace ya 16 años, colocándome una válvula mecánica, y llevo tratamiento con Sintrón. Me propusieron la baja con el 33% de minusvalía pero tengo que agrade-cerle al Director de Zona José Manuel Fernández Melero que me aconsejara continuar, pues gracias a ello hoy tengo mejor pensión. Y sobre los viajes tengo que reconocer que lo pasamos muy bien y nos gustan, he visitado China, Egipto, Argentina, Alemania dos veces, Bélgica, Italia y algún que otro crucero con el Club y con Jubicam.

 

 

Sobre sus aficiones me cuenta que oye música clá-sica y tiene  una extensa colección, entre 400 y 500 cintas perfectamente ordenadas y conservadas, con grabaciones realizadas durante su época de trabajo; música moderna no, española sí y sobre todo “country” americana. Mientras hace cosas en el ordenador, la escucha y le trae muchos y buenos recuerdos. Dice también que no puede leer mucho porque le perjudicó la vista la chispa que despren-dían los electrodos de las máquinas de proyectar y le lloran los ojos. Hace fotografía y tiene algunas que son para concurso, pero que no las presenta por timidez; se muestra especialmente orgulloso por la oportunidad de una que hizo en Tormes (Salaman-ca), en la plaza del Ayuntamiento, donde una señora muy mayor sentada un banco se limpiaba los ojos y una paloma la contemplaba. Envía algunas para el Boletín de los viajes que realizamos.

Y para terminar le pregunto si conoce la Asocia-ción de Voluntarios CAM y a pesar de reconocer- se católico practicante y estar muy contento de ello dice que desconoce la forma de participar en estas acciones y que pedirá información para colaborar en el futuro, pues casi siempre se critica mucho y se alaba poco, y la mayoría de las veces es dejadez nuestra el no conocer la labor de otras personas en la realización de estos eventos.

Y como ya conocemos un poco más a esta persona afortunada en el juego y en el amor, nos despedimos con el deseo de coincidir en el próximo viaje. Hasta entonces, amigo Joaquín.

 

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