Índice de Documentos > Boletines > Boletín Mayo 2007
 

 

 

ANTONIO FLORES

 

VICENTE RAMOS

 

 

Nacido en Elche en 1818, Antonio Flores Algovia se instala con sus padres en Madrid en 1840, año de esplendor romántico, entusiasmo generalizado que no compartió al considerarlo planta exótica.

Frente a Espronceda o al Duque de Rivas, el joven ilicitano gozaba leyendo a Ramón Mesonero Romanos o a Serafín Estébanez Calderón, camino realista que no tardó en cultivar ya en “El Nuevo Avisador”, bien en “El Laberinto” o en las páginas de “El chocolate”, “El Universal” o “La Época”, entre otras.

En 1843 aparece la primera y fundamental antología de la literatura costumbrista, titulada Los españoles pintados por sí mismos, en la que aparecen cinco trabajos de nuestro comprovinciano, fieles a la fórmula estética “Nuestro daguerrotipo es un espejo claro y franco, ante el cual no sirven embozos ni caretas”.

A esta luz, el escritor refleja modos y costumbres tradicionales del vivir cotidiano, censurando sin acrimonia cualquier perniciosa innovación, aunque sí con cierta nostalgia del pasado mezclada con una buena dosis de humorismo, actualizando el lema horaciano “ridendo corrigit mores”.

Flores, haciendo uso de su “espejo de justicia, pincel de desengaños, paleta de claridades”, construyó la novela Doce españoles de brocha gorda, que, por su objetividad y viveza, por su desnudo realismo, sobrepasa los límites del cuadro de costumbres y anuncia las líneas maestras de la novela moderna, ya que, como dijo Margarita Ucelay, “se ha pasado de la vida pública de los tipos a la vida privada de los individuos”.

Años después da a la estampa Ayer, hoy y mañana, obra calificada por Cejador como “panorama viviente de tres generaciones, tratado de filosofía sin aparentarlo, lección histórico-crítica de moral, serie de cuadros trazados con valentía de color, con ligereza elegante, con pasmosa fuerza de observación”.

En Crónica del viaje de Sus Majestades y Altezas Reales a las Islas Baleares, Cataluña y Ara- gón en 1860, traza Flores con emocionada sencillez la estampa de Alicante y perfila los más acusados rasgos psicológicos de los alicantinos. Así por ejem-plo: “El esmerado cultivo de los campos y de los huertos, en los que de vez en cuando se alza orgullosa la elegantísima palmera para anunciar al viajero la proximidad  de la Jerusalén

española, el aseo de las gentes y la limpieza que revela el exterior de sus edificios, todo pone de manifiesto la cultura y la laboriosidad de la provincia de Alicante”.

Las mujeres par-ticipan de “la naturaleza de los campos” y los hombres se singularizan por su fidelidad y “fuerza de voluntad”.

Nuestro ilustre escritor falleció en Madrid el 16 de julio de 1865 .

                                                         Antonio Flores Algovia

Volver