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    A TODOS NUESTROS QUERIDOS
Y ESTIMADOS COMPAÑEROS
DE JUBICAM


María Ibáñez Latorre
y
José A. González Vivancos

 

         Somos José Antonio y María, Misioneros en la República Dominicana y Haití, enviados por el Papa Benedicto XVI. Somos compañeros y socios de JUBICAM, y ya han pasado dos años que no hemos estado con vosotros, disfrutando de los atractivos de las excursiones y de vuestra compañía. Y ahora, al venir a España a descansar, a “cargar baterías” por un poco de tiempo ya que nos volveremos a ir, hemos pensado enviaros nuestro escrito, tan solo para saludaros. Estamos en pleno verano. El verano es la estación más luminosa, el sol brilla y calienta con fuerza y los días son más largos, aunque pienso que algunos de vosotros quisieran que estos meses pasasen con mucha rapidez.

 

         ¿Por qué? Porque durante estos meses es cuando muchos experimentan más soledad. La familia marcha de vacaciones, se quedan solos en casa, los amigos también se van, no hay nadie que los visite; a algunos, el calor les sofoca, no se sienten con fuerza para salir a la calle… y así los días se hacen eternos. Sin embargo, ya sabéis que la soledad no solamente la sentimos quienes caminamos en la llamada tercera edad: la soledad la sienten en todas las edades, pequeños, medianos, mayores. Algunos matrimonios experimentan la soledad aún estando juntos; los ejecutivos aún estando rodeados de muchas personas también se sienten solos; los sacerdotes y religiosos sienten la soledad.

 

         Muchos sabemos lo que significa sentirse solo en una ciudad aunque tengamos mucha gente a nuestro alrededor. Podemos estar rodeados de gente y sentirnos solos, y podemos estar a solas y NO sentirnos solos. Pero la soledad también puede tener algunas ventajas: nos ayuda a entrar en nosotros mismos, a pensar en nuestra propia vida, a reconocer nuestras debilidades para mejorar y darnos cuenta de las posibilidades que nos ofrece la Gracia de Dios; ahora me viene el pensamiento de unas palabras de nuestro querido y estimado Director General, don Roberto López Abad, que vienen como anillo al dedo, dice: “… son las personas de la CAM lo primero y más importante en nuestra visión y nuestra cultura. ¿A qué llamamos visión? A la aspiración, ideal o meta, que proyectamos de nosotros mismos. Todos, en nuestra vida personal… (y añado yo: vida personal es laboral activa, jubilados, estudiantes y un largo etcétera), tenemos aspiraciones y retos que nos orientan hacia lo que queremos ser, con la ilusión de lograrlo y conseguir bienestar y satisfacción”. Muy bien, justo es de lo que se trata. Tú, querido amigo y compañero, puedes ser Misionero de la Tercera Edad y puedes dar sentido a tu vida, evitando la soledad, siendo, tal vez, más comunicativo, compartiendo con los demás ideas y sentimientos, procurando, si es posible, tener buenas relaciones sociales, y, sobre todo, no encerrándonos en nosotros mismos. Y todo esto lo tienes a la mano, con la Asociación JUBICAM. Y además otra cosa muy importante, los que tenemos fe sabemos que hay momentos de soledad y amargura que solo el Señor puede aliviar, cuando sentimos que el Señor da sentido a nuestras vidas a pesar de todo. Por eso os insisto de nuevo en la confianza que debemos depositar en Dios; creed que cuando nos abandonamos en sus manos, en su Providencia, nunca jamás nos sentiremos solos, y recordar a la Virgen María; pidámosle que nos arrope bajo su manto. Pensad también que muchas personas que os quieren, piensan y rezan por vosotros. Estad completamente seguros que este Matrimonio Misionero, compañeros y amigos vuestros, os queremos, pensamos y rezamos por todos vosotros. Rezad por nosotros, por las Misiones y por las Vocaciones. Que el Señor os bendiga. Os abrazamos con mucho afecto y, por supuesto, nos podéis escribir; la Junta Directiva tiene nuestra Dirección.

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