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      ¡BENDITA MUJER!      


Matías Mengual 


De la media docena de lectoras que debo de tener, una de ellas, bendita sea, me ha agradecido por correo electrónico la “compañía impresa” de mis artículos. Confiesa que carece de fe y que, desde que ha leído mi último escrito, se siente como una niña perdida necesitada de un nuevo punto de partida para querer creer. Concluye diciendo haberse preguntado entre sollozos “adónde estaría mirando en su vida que Dios no dio una en el clavo respecto a ella”.

 

Esta impresionante incidencia que resumo como preámbulo del tema de hoy, sobrevino después de leer ¿Quién eres?, mi artículo del Boletín de septiembre pasado. Naturalmente, si este trabajo de hoy ve la luz será por haber obtenido el consentimiento que voy a pedirle a mi amable comunicante tan pronto lo termine.

 

Si todos los fenómenos tuvieran lugar en el seno de una única conciencia, toda la situación sería sumamente sencilla. Partiríamos todos de algo dado y no tendríamos que enfrentarnos a estas dificultades. No es así. Incluso hay ideas trascendentales que sobrepasan toda posibilidad de experiencia: Por ejemplo la idea de Dios, que nadie sabría explicar. Soy un convencido de que las ideas tienen poder, nos mueven, y algunas de ellas, conmueven. Aunque, para que las ideas “actúen”, según Aristóteles, no las podemos separar de las cosas sensibles: Son inmanentes, cuando tienen en el agente su propio fin, o trascendentes, cuando pasan del agente al objeto.

 

De manera que decir metafóricamente “Dios ve a través de tus ojos” –que es lo que dije en ¿Quién eres?– fue una forma de trascender un pensamiento. O dicho crudamente para que mejor se me entienda, fue mi manera de resaltar sin fastidiar que deberíamos ver las cosas como son y no como solemos verlas.

 

Pero... ¿quién se atreve a decir claramente sin pasar por loco y blasfemo que él es Dios?..., porque eso es lo que el artículo daba a entender. Bien es cierto que Ken Wilber no hablaba de nuestro ego ni de ninguna de las cosas con las que nos identificamos. En los párrafos que transcribí, hablaba Wilber del Testigo, del Ser transpersonal, y afirmaba que todos los seres conscientes tenemos la misma sensación de identidad interior. Mantenía que, si tuviéramos otro cuerpo, seguiríamos experimentando básicamente la misma identidad esencial. Y, seguidamente, preguntaba: ¿Acaso no es eso mismo lo que sienten todas las personas en este mismo momento? Entonces, ¿no podría ser también la misma identidad esencial que hace doscientos años? En consecuencia, no me parece absurdo admitir que el número total de Yoes trascendentes no sea más que uno.

 

Lo conmovedor del tema de hoy: ¿Pudo esta idea haberse convertido en ese “nuevo punto de partida” que necesita mi comunicante? ¿Podría ser la luz que le hace señas para seguir adelante? ¿Se estará abriendo su mente, hasta ahora cerrada, a la esperanza?

 

Me siento feliz.

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