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Vicente Esteve

   AL HABLA CON...

ERNESTO RODRÍGUEZ VIDAL



Ernesto, ¡cuéntame una anécdota! Quien conoce a Ernesto no puede resistirse cuando está con él, a escuchar las muchas y variadas historias que nos cuenta ¡y cómo las cuenta!

 

- Pues mira, en una ocasión siendo Ordenanza se daba un concierto en la Central (todavía no estaban las Aulas), y como la sala de la planta primera no era muy espaciosa se ponían sillas en el vestíbulo de abajo, en el patio de operaciones, que alquilábamos de un almacén cercano, y también allí se escuchaba. Cuando la parte superior estuvo llena me dijo el Sr. Sánchez, jefe de personal, que me pusiera en la escalera y que no dejara subir a nadie más.

 

- Soy fulano de tal, me dijo uno. Pues suba. Y así varios, hasta que bajó el jefe y me pegó una bronca de las suyas. Imagínate cuando llegó uno con acento extranjero y me dijo: -Yo pianista - Pues lo siento, no puede pasar, esta señora dice que toca el violín y tampoco la dejo pasar. Me tuvo que decir: Yo Ludovico Lessón, y claro, lo tuve que dejar subir porque si no se quedan sin concierto ¡era el artista!

 

Este alicantino del Barrio de San Nicolás me dice: - Nací en 1934 y asistí a varios colegios: Academia La Salle, San Francisco y Antonio Maura, para completar por libre los estudios primarios necesarios para entrar en la Caja como recadero, cosa que hice en el año 1944, por lo que ya te puedes imaginar mi vinculación con la Caja ¡toda una vida!

 

Muestro mi extrañeza al saber que con tan solo diez años ya estaba “currando”, y me dice: -Los más jóvenes entraban con nueve.

 

Le pido que continúe: -Estaba preparándome para Auxiliar, siendo Ordenanza, cuando tuve que hacer el servicio militar (me tocó en Palma de Mallorca, en Artillería de Costa), y a pesar de haber aprobado el examen no me ascendieron hasta la vuelta de la “mili”, por lo que dejé de percibir bastantes pesetas de las de entonces, ya que cobrábamos el 60% del sueldo y no era lo mismo el de Ordenanza que el de Auxiliar.

 

Tuve  un  hermano, mayor que yo, ya fallecido, que trabajaba en las famosas Tapicerías Itier, en la calle Mayor, y mi madre nos sacó adelante a los dos porque mi padre falleció cuando yo tenía tan solo nueve meses.

 

En un baile familiar, de aquellos que se hacían como guateques en las casas, tuve la suerte de conocer a una chica de quince años, Mª del Carmen, y ya no me he separado de ella. Nos casamos en 1964 y hemos tenido dos hijas, Mª Carmen y Silvia, que nos han dado dos nietos y una nieta que son nuestra mayor alegría y satisfacción. Tú ya lo sabrás, pues me he enterado que acabas de ser abuelo primerizo.

 

Toda mi vida laboral ha estado entre la Central, en San Fernando, la oficina principal en La Rambla, y, finalmente, en la oficina del Plá, donde mi último jefe, Escribano, en el año 1992, me propuso la prejubilación, con 58 años, y acepté.

 

Últimamente van muy deprisa en desprenderse de la experiencia acumulada por los empleados. Claro que cómo dan muchos trabajos a empresas externas, quizá eso lo justifica, aunque unos lo aceptan bien y otros no tanto.

 

¿Y desde entonces? –Pues me dediqué a pasear al perro, un pastor alemán impresionante, junto a otros amigos que coincidían en la misma afición, por el Garbinet, cuando aquello era todo campo y no existía la Gran Vía.

 

Además, siempre me han gustado los viajes y he aprovechado muchos con JubiCAM y con agencias, por España y por Europa, y algún fin de semana iba a Madrid a ver los espectáculos de Revista. Pero, claro, sobre todo puedo dedicarle tiempo a la familia colaborando con las hijas y con la nieta de quince años; su vida la hace en mi casa, y cuando le preguntan dónde vive, responde que en el 3º Dcha. Cuando el de sus padres es el 1º Izqda. También colaboro en JubiCAM, pues llevo varios años en que he pertenecido a su Junta Directiva, siendo Vocal de Viajes durante un tiempo, y, actualmente, Vocal de Alicante Capital-2, con lo que me siento útil y me sirve de distracción a la vez que hago una labor para mis compañeros. He estado dieciocho años siendo comisionado, y he ocupado todos los cargos excepto el de Presidente, en la hoguera Sagrada Familia, y un año en la de Puerto-Babel. Como observarás, no he tenido mucho tiempo de aburrirme.

 

¿Sigues practicando alguna afición? –Sí, una y muy bonita. Bueno, al menos a mí me lo parece: desde muy joven he hecho escritura gótica; imagínate, en los sobres de correos, cuando le enviaba cartas a mi novia, empleaba este tipo de letra y eran verdaderas obras de arte. Por cierto que en nuestro local hay un par de letreros que hice en su momento con este tipo de letra (confirmo el de la puerta del despacho que pone Presidente), y como ya te he dicho antes, me gustan los viajes; fue muy bonito el último a París, me llevé a mi nieta y en EuroDisney disfruté tanto como ella.

 

Ernesto ¿y de salud, que tal? – Con mi edad no puedo cantar victoria pero hoy por hoy me encuentro perfectamente bien. Utilizo dos inhaladores, que ya son de por vida, recojo las rece- tas sin pasar ni por consulta. Los últimos análisis salieron estupendos, sin colesterol, sin nada de próstata, etc. Como ves, hecho un chaval.

 

Bueno chaval, recuerda algo de tus tiempos. –A veces pienso en los campos de almendros y veo en lo que hoy se han convertido: el Bulevar del Plá, la Gran Vía, y sobre todo Juan XXIII, y los comercios ocupando grandes superficies donde puedes comprar de todo; creo que es positivo este engrandecimiento. Pero lo que no cambio son mis gustos musicales, pues cuando oigo música moderna prefiero quitarla y poner mis zarzuelas y mis boleros de siempre. Recuerdo el año que vino Alfredo Kraus a la Plaza de Toros a cantar Rigoletto. Le tengo un especial cariño al vals Danubio Azul, una composición que, según he oído, empezó Johann Strauss padre y la acabó su hijo.

 

Y para terminar, regresemos al presente. ¿Cómo ves la Asociación?

 

- Muy bien todo lo que se está realizando en la actualidad; se nota más movimiento de los asociados, y ahora veo mucha actividad, especialmente los martes y viernes. Bueno, yo estoy a disposición de lo que haya que hacer cualquier día de la semana, como cuando me llaman por teléfono para colaborar en el ensobrado de los Boletines en el almacén de la imprenta, y para allá que voy.

 

Con razón lo recibimos con tanta puntualidad. Con colaboradores así, da gusto.

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