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Francisco Jover López

LA HUCHA Y EL DEDO


     En el mes de septiembre, recuerdo que oí en la tele que se iba a poder invertir en bolsa, en acciones de renta variable, una parte del Fondo de Reserva de la Seguridad Social, lo que se conoce como “hucha de las pensiones”.

     Después leí que el Ministerio de Administraciones Públicas, y para la administración del Estado, creaba la figura del directivo. Persona que, sin pasar ninguna oposición, en un momento dado puede, a partir de ahora, ocupar un alto puesto en la función pública sin ser funcionario. Y en cargos que, desde luego, no corresponden a políticos sino a funcionarios.

     Sin saber el motivo, uní estas dos cosas: la libertad de invertir en bolsa una parte de los ahorros y la posibilidad de que alguien, de repente, sin que nadie asegure que entiende de inversiones, se ponga a “gestionar” una parte de la “hucha”, que, por pequeña que sea, seguro que será una cifra astronómica.

     De siempre, en los capitales destinados a atender las pensiones, ha primado la seguridad. De las tres patas que siempre se miran en cualquier inversión, la rentabilidad, la seguridad y la liquidez, prima en este caso la seguridad siempre, ya que nadie en su sano juicio estaría dispuesto a jugarse el futuro de su pensión haciendo inversiones que, pudiendo ser muy buenas en cuanto a rentabilidad, adolezcan de seguridad. La responsabilidad aumenta cuando uno se está jugando las pensiones de los demás, no la propia. Por eso los gestores eligen habitualmente invertir en fondos del Estado o garantizados por él, aunque la rentabilidad sea menor. Lo que ahora se introduce es la posibilidad de invertir en acciones, y aquí, ya se sabe, a mayor riesgo, más rentabilidad. Para ganar hay que arriesgar. Y para ganar más, hay que arriesgar más.

     Y aquí viene lo del pensamiento que dije al principio. Si por ventura una persona tocada por el dedo del político de turno es puesta en el cargo de administrar la “hucha”, sin más méritos que ser conocido, familiar, haber ido juntos al “cole” de pequeños, o salir a cenar de vez en cuando con las mujeres, pues ya estamos viendo a los personajes que los políticos se buscan para que les ayuden o asesoren, como se dice ahora. Nos podemos encontrar con alguien que, incluso con buena voluntad, puede meternos en un berenjenal de mucho cuidado, ya que, si quiere lucirse y demostrar lo “listo” que es y lo bien aprovechado que está su jornal, puede tener la tentación de ir a por beneficios rápidos en valores de dudosas posibilidades, bien por estar convencido de que van a tener un recorrido al alza, o bien porque ha leído alguno de esos informes confidenciales que hay (y que siempre son interesados, y recalco lo de siempre). Pues no quiero pensar que emplee una parte de la hucha en hacer favores a alguna sociedad que precisa de una ayudita en momentos que se nota hay mucho papel a la venta y no hay compradores, por lo que de no presentarse algún valiente, su cotización, inevitablemente, bajará. Y sale el valiente a comprar oportunamente antes de que bajen las acciones. Y claro, una vez que se compra lo que hay, entonces es cuando baja. Ya no hay más salvadores. Entonces la pérdida si se vende sale a flote, si bien queda camuflada por los intereses percibidos por el grueso de la inversión que está en renta fija.

     Otra tentación que está teniendo la “hucha” es la de disponer de ella para atender el pago del cheque-bebé, los alquileres a jóvenes o mayores, o bien los requerimientos de alguna comunidad autónoma que ante las peticiones de más “perras” para su autonomía, que no son atendidas, no duda en mentar la hucha y quiere que le den ya su “parte” al objeto de invertir en carreteras, seguridad, hospitales, o lo que estime más oportuno para su comunidad. Entonces, para atender sus necesidades actuales, poco le importa el origen de esos fondos, que están destinados a las atenciones futuras de pensiones. El político quiere disponer ahora mismo, que es cuando él ocupa el sillón; así tiene más posibilidades de seguir copándolo en el futuro.

     Según indicó a mediados de octubre del presente año, en su comparecencia ante la Comisión de Presupuestos del Congreso de los Diputados, el Secretario de Estado de la Seguridad Social, don Octavio Granado, se confía que el Fondo de Reserva de la Seguridad Social produzca unos intereses de 1.596 millones de euros para el año 2008. En el ejercicio que estamos, la rentabilidad de Fondo es similar a la ofrecida como media del año por las Letras del Tesoro, lo que hace suponer que la reserva está invertida ahí. En definitiva se trata de unos 45.000 millones de euros, lo que supone atender el pago de las pensiones durante ocho meses. Y no hay más. Y eso después de muchos años de bonanza económica, pues, como todos sabemos, las pensiones se están atendiendo con las cotizaciones mensuales, que están sujetas, lógicamente, al mercado de trabajo y a variaciones demográficas que hacen oscilar los ingresos, pues los gastos (las pensiones) ya se conocen con exactitud.

     En mi opinión, lo que ahora se intenta malo no es; lo que se trata es de hacer una buena gestión. Y eso con independencia de si el gestor es público (funcionario) o privado (fichado “a dedo”).

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