Traigo, como un dolor, en las arterias
todo mi ensueño de volverme niño,
-un salto atrás, muy largo, sobre el tiempo-,
y comenzar, de nuevo mi andadura
con la inocencia y la ilusión de entonces.
¡Recuperar la infancia! ¡Recobrarla…!
Ir al colegio, con los libros nuevos
y llenarlos de rayas y borrones…
Salir a cazar pájaros con “liga”,
a volar la cometa,
y meterme en el huerto del vecino
para coger la fruta de su árbol…
¡Recuperar la infancia…! Imaginarme
la fecha aquella de mi nacimiento,
verme junto a mi madre, mientras ella
me ofrecía las copas de sus pechos
para calmarme el hambre, con su néctar…
Volver, en esa noche prodigiosa
del día cinco de enero, cada año,
a colocar, ilusionadamente,
mi carta y mi zapato en la ventana,
y dormirme deprisa porque llegan
los Tres Reyes de Oriente, a regalarme
el montón de juguetes que he pedido
y, si me ven despierto, es muy posible
que no “me dejen” nada…
Subir por la escalera, esa escalera
de amplio rellano y pina barandilla,
de aquella casa en que nací y que, ahora,
se cae, de soledad y de abandono,
con un grito de gozo en la garganta:
-¡He vuelto, madre, he vuelto! ¡La merienda…!-
Y devorar mi pan y chocolate
mientras salgo, corriendo, hacia la Plaza
donde están esperando mis amigos,
con mis cromos, mi bolsa de canicas
y mi balón de cuero, o mis patines…
y estar jugando a “Guardias y ladrones”,
o al fútbol, o a las bolas, incansable
hasta que el sol se esconda, y se “haga oscuro”
y brote luz de todas las farolas…
¡Recuperar la infancia!... ¡Recobrarla
con la inocencia y la ilusión de entonces…!
¡Volver a amar en rosa, a verlo todo,
curiosamente, con los ojos limpios!
Y el tiempo no regresa… Nunca vuelve
al punto de partida… No es posible.
Y he de seguir andando hacia La Meta
sin esperanza alguna de regreso.
Pero sigue latiendo en mis arterias
esta ilusión azul de verme niño…
¡Recuperar la infancia…! ¡Recobrarla
con la ilusión de entonces…! ¡Si pudiera…!
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