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Mª Teresa Ibañez

   ALGÚN DÍA...


          Hoy es domingo, y como todos los domingos hay más quietud y silencio que cualquier otro día. Hace un tiempo apacible. Solo he salido a misa esta mañana, pero no he ido a dar ningún paseo como hago otros domingos. Ayer lo pasé con mi familia, pero hoy estoy  sola  como  todos  los días. No    que tienen los domingos que hace  que  me  sienta  más nostálgica y se me llene la mente de recuerdos. Será porque trajino menos en casa.

     He estado tentada de coger algún álbum de fotos, pero no me he decidido. Tengo encerrados en ellos tantos momentos felices… es otra cosa más que tengo que agradecer a mi esposo. ¡Cuántos viajes hemos hecho! Primero los dos solos por toda España: cuántos pueblos preciosos hemos visto, cuántas ciudades, cuántos monumentos, qué paisajes tan bellos y distintos…

     En una sola nación, qué amalgama de costumbres, de clima, de geografía… parece que España encierra trocitos distintos de Europa. Con un poco de imaginación, las rías gallegas podrían recordar los fiordos noruegos… hay paisajes en el norte que muy bien podrían ser de Suiza o Austria, la llanura de La Mancha es parecida a la estepa rusa y nuestro levante tiene playas de arena blanca y mar turquesa como las del Caribe; solo le faltan esas palmeras inclinadas hacia la arena que se ven en todas las postales de allí. Y Andalucía es preciosa, tan blanca y resplandeciente con su gracia y su cultura… ¿A qué se parece? No sé, pero me encanta, será porque una de mis abuelas era malagueña.

     Dicen que después de Italia, España es la nación más rica en patrimonio artístico. Y también es rica en variedad.

     Luego empezamos a hacer viajes con la CAM, y más tarde con JUBICAM. De soltera ya había visitado algunos países, y mi esposo también, pues siempre nos gustó mucho viajar.

     ¡Qué bonito es el mundo! No sabría decir qué es lo que más me ha gustado. París es una ciudad preciosa, armoniosa y señorial, y aunque la he visitado en cinco ocasiones no me importaría volver. Londres es monumental, pero me faltó tiempo para poderla juzgar.

     Son preciosas Praga y Viena, y muchas más, pero hay una ciudad distinta a estas, que me encantó: me refiero a Estambul, con sus mezquitas de brillantes cúpulas, de altos minaretes desde donde los almuecines llaman a la oración en diversas horas del día. Con su gran bazar de intenso colorido, y el estrecho del Bósforo con “el cuerno de oro” que resplandece al atardecer con la puesta del sol.

     Me fascinaron los templos de Bangkok, me parecía que estaba dentro de un mundo fabuloso, pero al salir de allí todo era pobreza. La isla de Bali te hace pensar en el paraíso, con jardines llenos de orquídeas y grandes campos de arroz en terrazas escalonadas.

     Creo que no podría decidirme solo por un lugar, pues el mundo es una maravilla. Qué pena que lo estemos destruyendo.

     Se encierran en estos álbumes tantas vivencias… los dejaré para mirarlos un poquito más adelante.

     A veces me preguntan que porqué no hago algún viaje, pero eso es aún superior a mis fuerzas. No concibo ir de viaje sin mi esposo; en vez de gozar, sufriría.

     Otra cosa que tampoco he vuelto a hacer es escuchar la música que ponía él todas las tardes. Teníamos unos CDS de música de relajación, de los mejores clásicos, que eran una gozada, algo así como la mejor poesía hecha sonido. Él leía y escuchaba, decía que siempre había estudiado con música de fondo, pero yo muchas veces tenía que cerrar el libro y los ojos para poder concentrarme solo en la melodía.

     -¡Qué felices estamos! ¿Verdad?, le decía. Nunca decía somos, sino estamos, porque ser significa siempre, pero estar son solo momentos, y en esos momentos me sentía feliz.

     La música evoca muchas cosas. Te traslada a otros lugares y a otras situaciones, por eso no quiero oír todavía los mismos discos que escuchaba con él. Pero pienso que aunque hay cosas que nunca se olvidan, heridas que tardan mucho en curarse, algún día volveré a abrir esos álbumes de fotos, escucharé de nuevo la música que nos gustaba a los dos, y quién sabe si me decidiré a hacer algún viaje con vosotros, los de JUBICAM,  a los que considero mis amigos. Por eso me atrevo a contaros todo lo que pasa por mi cabeza.

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