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Manuel Gisbert Orozco

EL CAMBIO CLIMÁTICO Y LA POLÍTICA

     No voy a ser yo el que les de una lección sobre el cambio climático. Eso lo dejo para científicos, ecologistas y políticos, que son los encargados de lavarles el cerebro. Estos últimos, cuando le prestan atención a una cosa es que algo tienen que ganar con ello; si no que se lo pregunten a Al Gore, ex vicepresidente de USA, o al Sr. Marín que deja la presidencia del Congreso para dedicarse a este tema tan apasionante como productivo. El próximo marzo, según vayan las elecciones, ya verán como se incorporarán nuevas figuras como podrían ser las de Pepiño Blanco o Edu Zaplana.

     Una consecuencia del cambio climático que actualmente nos preocupa es el aumento de la temperatura ambiente, debido al incremento de los gases procedentes de la combustión de hidrocarburos. Dicha preocupación es relativa; los rusos dicen que si la temperatura aumenta unos pocos grados a ellos les beneficia pues actualmente se están helando de frío y... al que le pique que se rasque. En Galicia y Cataluña ya no llueve suficientemente; pero en Valencia no podemos quejarnos este año, por nosotros que dure. Cierto que en algunos sitios hemos tenido problemas con las infraestructuras, pero esto es subsanable y siempre un mal menor. Hasta los aragoneses comienzan a pensar que el P.H.N. no es tan malo, pues en el futuro podría servir para trasvasar las aguas sobrantes del Segura al Ebro.

     Sin embargo la gran preocupación es que, al derretirse el casquete ártico, grandes zonas de la tierra pueden quedar anegadas. Ya nos han mostrado, ficticiamente, la Manga del Mar Menor y las salinas de Calpe completamente inundadas por aguas marinas para ponernos los pelos de punta. Cuando en realidad ese es su estado natural.

     Mi sentido común y los pobres conocimientos de física adquiridos hace más de cincuenta años, cuando estudiaba el bachillerato, dicen que la sangre no llegaría al río. Entonces aprendí: que la parte sumergida de un iceberg es siete veces mayor que la emergida; que el agua es más densa que el hielo y que con el calor el agua se evapora.

     En el caso harto improbable de que la totalidad del casquete polar se derritiese, solo nos tendríamos que preocupar del volumen de la parte emergida, parte del cual sería absorbida por la sumergida debido a su mayor densidad al convertirse el hielo en agua; otra porción se evaporaría debido al incremento del calor, y el resto se derramaría por los restantes seis mares con efectos muy diluidos. En último extremo siempre nos quedan  los holandeses, especialistas en ganarle terrenos al mar, para subsanar cualquier problema. Los únicos perjudicados serían, como siempre, los habitantes del tercer mundo que no tendrían más remedio que emigrar, pero esos ya lo hacen por otros motivos que no nos preocupan demasiado.

     Los expertos del IPCC (Panel Intergubernamental del Cambio Climático) han certificado recientemente en Valencia el origen humano del cambio climático, y que los volcanes, incendios y otros episodios apenas han influido en la situación actual. Añaden que:”hay que retroceder 125.000 años para encontrar un casquete polar tan débil”. Yo me pregunto: ¿también hace 125 milenios el “Homo antecesor” o quienes vagasen por la tierra en ese momento fueron los culpables? O se debe todo a un cambio cíclico.

     Después de un periodo cálido viene otro frío. Hace 30.000 años, en la última glaciación, la mayor parte de Europa era un desierto de hielo y el Sahara un oasis. Ahora el Sahara es un desierto de arena y Europa, mas o menos, un oasis. ¿Quién tuvo entonces la culpa del cambio, el Hombre de Neandertal o el de Cromañon?

     Hace solo unos pocos años nos asustaron con el agujero de ozono en la Antártida. La culpa como siempre la tenían los hombres y los aerosoles. No hemos hecho nada para evitarlo, pues continuamos usando aerosoles a diestro y siniestro, pero el peligro, seguramente debido al arte del birlibirloque, ha desaparecido.

     Ya nadie habla de ello, nadie se ha disculpado por el susto que nos dieron. Todo ha quedado sumido debajo de un tupido velo. ¿Cual será el próximo peligro?

     Yo estoy a la de mi abuela, que me decía que no hay mal que cien años dure.

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