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Gaspar Llorca Sellés

BARCA A LA DERIVA

(senectud)


     ¡Por fin, suelta¡ Nada me ata a tierra, navego libre, sin patrón ni marinero, ni rumbo ni timón; mi destino: el horizonte, donde el cielo y el mar se juntan. Proa a esa línea de unión, navego y navego con la sapiencia de su inalcanzabilidad y por camino que jamás nadie tomará, sólo yo, estela que se borra. Soy feliz. En el puesto de mando vigila mi espíritu; a la vista, la maravilla del universo. Proa a la felicidad prometida.

 

     No sé de tiempo ni espacio, no hay medición, es principio, como cuando nací, cuando me vararon libre de ligaduras, que luego adquirí y acumulé a través de mi obligada travesía. Rememoro mi vida marinera, pesquero de altura y gran altura, mares como el Gran Sol, una vida curtida en cualquier latitud, hemisferio, meridiano o paralelo. En tan variados rumbos he bebido de fuentes de conocimientos y experiencia, he soportado penas y alegrías, menguando libertad, obligado rédito del comportamiento y la convivencia: amas, deseas, respetas, crees, odias y desprecias.

 

     Todo esto recapacito en el puesto de vigía, ¿conciencia? ¿será ella lo que queda al desaparecer mis ligaduras? Si ya no hay recuerdos ¿cómo sé de ellos? Sé de familias pero ignoro la mía, no relaciono si tuve esposa, hijos, padres y hermanos, amigos y enemigos, como no adivino los tripulantes que tuve enrolados. Asisto y contemplo el enorme espectáculo sin conocer sus actores; es estar fuera, lo observo y no me afecta ni estimula: es como si leyera en un libro de signos extraños, con definiciones y conceptos traducidos de otra lengua, de otro idioma, de otra civilización, rara y nueva, que capto sin esfuerzo. Y descubro, en mi actual estado puro, anotaciones que escribí en las hojas blancas de mi carta de navegación, y una descripción sin límites del significado de los cables que me tendieron y quizás yo aprehendí por conveniencia o necesidad. En esta mi travesía por un mar que cambia de color según el recibido de los cielos, contemplo el surco producido por la proa al cortarlo, y luego la estela que lo une para formar el mismo mar. Y esto me hace recapacitar sobre el tiempo en sus tres estados, pasado, presente y el futuro, estados  que se convierten siempre en uno: el presente, o mejor dicho, actualidad, lo que vive ahora, ni presente ni futuro, y al no ser verbo, al no conjugarse, me salta la duda de que su concepto es pura invención. Y sigo con las cábalas: ¿quién me las trae? ¿ quién me las lee? no sé, pero me viene que es el espíritu, el espíritu de una embarcación, rara cosa, pero ahí me está hostigando con otro concepto, y nada menos que “el espacio”. ¿Existe o nos lo hemos inventado?, ¿es cosa física o ficticia? En mi navegación ¿mi proa lo rasga y atraviesa o es él el ente activo? ¿adelanto o no adelanto? ¿dónde estás, espacio? Y la lógica barre esas nubes llenas de interrogantes: mi cuerpo es de madera, palos y motores, hélices, timón, hierros,  todo materia, por lo que tengo que inventar el tiempo y el espacio para comprender su deterioro y su vivir, mi vida en el transcurso del tiempo.

 

     Amo el sol como nuca creí hacerlo, la luna me guiña el ojo como si me dijera que estoy cerca, ¿cerca de qué? Y razono y recuerdo: ¿una gracia del Destino? Y deduzco que he tenido una inmensa suerte, poca flota contemplo a mí alrededor con idéntico destino, y eso que tuve y conocí a muchos ¿Dónde están? ¡Claro! ¡Los desguaces! Gran parte terminan de esa abominable manera: les arrancan las entrañas, la maquinilla, la hélice. El motor, a la chatarra; el puente, fuera, y cuando solo queda el cuerpo, el casco, cuando ya no hay esperanza, cuando nadie te quiere, cuando ya no sirves, te llevan mar adentro o tierra abajo, y te hunden, te ponen lastre para que no salgas, ni quede el mínimo recuerdo, como si temiesen tu regreso. ¡Ya no sirves! Cariño, admiración, reconocimiento, respeto, halagos  y amor ¿dónde? A pesar de ello, sin haber realizado esta desconocida singladura que disfrutamos algunos escogidos, sus recuerdos y su bregar marino les darán la Gloria. 

 

     Y sigo navegando y sigo siendo feliz, nada ofrezco, nada espero; hay algo dentro de mí que me estimula y me guía, tengo un fin y no se cual, pero voy por los mares feliz y alegre por que lo conseguiré, y en este navegar, milla tras milla, y ese trasiego de nudos (no se si me alejo o me acerco), encuentro la dicha, y tanta que el concepto tiempo no lo admito.

 

     Hace días, como si hubiera superado una prueba, navego a ciertas horas cerca de las playas y costas, y veo y recuerdo a mis viejos, como sería yo sino hubiese dado mi vida a esta barca, aunque sigo siendo yo, y será milagro, pero leo en sus ojos. Los pobres, algunos, se han librado de muchas ligaduras como yo, otros de pocas, a los más se les nota una beatitud casi celeste, deben estar cerca de la libertad absoluta como la he conseguido yo. Y cuando me ven en lontananza se animan, se crecen, se cogen de las manos y me señalan, hasta llegan a la orilla y ni perciben que se mojan. No sé qué les represento o sugiero, el mar me empuja cada cierto tiempo a visitarles y cada vez más y a más. ¡No estáis solos! Siempre habrá algunos que disfruten la gloria anticipada, y os visitarán, y, ¿por qué no?, muchos de vosotros llegaréis a este estado en que yo me encuentro, lo leo en un especie de halo que escapa de vuestras figuras. No hagáis caso a la sapiencia de lo que se dice de este estado que nadie conoce; pensad cómo se viene al mundo: con cuerpo y alma completamente limpios, pues así volvemos, ¡palabra de navío! 

 

     El paso a la felicidad  completa, absoluta, está cerca, creo yo. Y lo digo motivado por la sensación de felicidad que me está embargando. Mis restos saldrán en playa desierta, mi nombre será borrado, nadie me recordará como a casi toda la humanidad tras el tiempo ¿el tiempo pasa?, y pensándolo bien ¿para qué tu recuerdo?, para hacer historia ¡vaya dicha!  El final es maravilloso si se consigue llegar, varar, libre de los amarres que a la sociedad te ligaban y obligaban, y así conseguir tu fin después de cruzar las aguas contra viento y marea, en calma y en temporal.

 

     A lo lejos hay un resplandor que rasga el horizonte y una atracción, leve y agradable, me atrae hacia él. Mi vida marinera ha terminado.

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