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Toni Gil

Esconde el dinero y mira hacia otro lado 


Leo en la prensa que el juez Garzón embarga unas cuentas de ETA en Lienchistein, donde estos astutos dinamitadores habían depositado sus “ahorros” lejos de controles policiales.

 

Días atrás la policía había detenido a una banda de rumanos, especializados en robos a ciudadanos que reintegraban dinero de oficinas bancarias y de ahorro, a los que detectaban vigilando las operaciones en su interior y atracaban una vez salían al exterior. Estos asaltacorrrales de nuevo europeismo transferían sus ganancias a su propio país, mediante giros tan normales como los que realizan sus conciudadanos trabajando en la fresa o en el ladrillo de sol a sol, a través de empresas dedicadas a las transferencias internacionales.

 

Hemos construido una Europa sin fronteras: a ese espacio de 32 países lo llaman Schengen, y lo componen, de momento, todos los países de la UE, menos Irlanda y Reino Unido que eludieron integrarse, y Chipre, Bulgaria y Rumanía que están en trámites, más Islandia y Noruega, no comunitarios, y Suiza que está también a punto de entrar.

 

Todo ello parece ser muy conveniente a dos colectivos. De una parte, toda clase de maleantes que no solo pueden moverse con toda libertad sino que además pueden mover el dinero más impunemente todavía.

 

Y esta Europa, además, permite islotes económicos y fiscales dentro de su regazo, algo que sería incomprensible, por ejemplo, en los Estados Unidos. Nadie puede  imaginarse una Andorra entre Arizona y Nuevo Méjico, o un Leinchestein entre Alabama y Georgia. Y menos todavía un “peñón” de Montana pegado a la costa de California.

 

Por cierto, en Gibraltar hay más sociedades inscritas –de ciudadanos europeos- que de aborígenes residentes. Dicen que el truco más extendido es crear una sociedad, lo cual es tan sencillo como ir a un bufete de abogados, y con esta referencia comprar un inmueble en la Costa del Sol cercana; cuando conviene venderlo, lo que se traspasa en el Peñón es la titularidad de la sociedad, evitando ingresos a la administración española por plusvalías y otros conceptos fiscales.

 

Y no me olvido de Suiza, vecino neutral –políticamente hablando- de Europa, donde el segundo colectivo de maleantes, o sea los que evaden maletas repletas de euros y otras divisas procedentes de negocios empresariales con doble contabilidad, tiene su ventanilla de caja preferida.

 

Bien están las medidas tomadas contra el blanqueo de capitales, el seguimiento policial de operaciones ilícitas, etcétera, etcétera…, pero Bruselas debería plantearse una política común de verdadera solidaridad económico fiscal, expulsando, acorralando, marginando y enfrentándose con todas las armas políticas posibles a estos guetos que albergan  todo un catálogo de corrupción  dineraria.

 

toni.gil@ono.com

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