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LA VERDAD ES INSEPARABLE
DE LO QUE ERES


Matías Mengual 


     “No te vuelves bueno a base de intentar ser bueno, sino permitiendo que emerja esa bondad”. ¡Y yo intentando serlo! Pase; no estaría en sazón. Lo digo por aquello de… ayudar a los seres prematuramente es cortar el trigo en hierba. O sea, ha de llegar el momento en que algo fundamental de una idea cambie el estado de la conciencia. ¿Por qué no pensar que el momento apropiado podría ser éste mismo?

 

     La creencia de que no existe una verdad absoluta que guíe la conducta humana se llama relativismo. Del relativismo, dice Eckhart Tolle (1), que es uno de los males de nuestro tiempo que nos impide encontrar la verdad porque la buscamos donde nunca se encontrará: en doctrinas, ideologías o interpretaciones, puesto que todas ellas están formadas por pensamientos, y ya se sabe que los pensamientos pueden apuntar hacia la verdad en el mejor de los casos, pero nunca son la verdad. La Luna no es el dedo que la señala, dicen los budistas. De acuerdo; pero nadie me negará que, conduciendo, hay momentos en que se agradecen las señales en la carretera, sobre todo en los desvíos. La señal no es tu destino; que la veas como el punto de llegada no es culpa de quien la puso.

 

     Según Tolle, “el núcleo central de toda la actividad de la mente consiste en ciertos pensamientos y emociones repetitivos y persistentes, y en pautas de reacción con las que nos identificamos con más fuerza”. Lo apunta porque desempeñamos papeles habituales sin darnos cuenta de que la base de nuestra identidad es precaria, ya que el pensamiento y la emoción son efímeros, fugaces. Lo cierto es que, para sostener la idea que uno tiene de sí mismo, necesita “ver” defectos en los demás. Cortedad difícil de reconocer como propia. ¿Por qué, si no, expresaría Jesús aquello de que vemos la paja en el ojo del hermano y no vemos la viga en el nuestro? ¿No sería aquella su señal para advertirnos de que para sentirnos mejorados no es necesario criticar o condenar a otro?

 

     Esas pautas de reacción con las cuales nos identificamos y que tan requetebién disimulamos las “vemos” fácilmente en los demás, sobre todo, en sus comportamientos colectivos. La religión, la ideología política, el nacionalismo, el seguimiento deportivo, etc. pueden ser igual de verdaderos o igual de falsos, según cómo se utilicen: Al servicio de la verdad o al servicio del ego. Si creemos que sólo nuestra religión es la Verdad, estamos utilizándola al servicio de un ego colectivo. La estructura mental “Nosotros tenemos razón y ellos no” está arraigada en todo el mundo. Unos y otros están igualmente identificados con el punto de vista de cada cual, resultando incapaces de ver que también puede existir y tener validez otro punto de vista.

 

     El ego no es personal. No confundas el ego que percibes en otro con su identidad. Lo que “ves” está en ti. Jesús dijo: Yo soy el camino, la verdad y la vida. Así que el mismo Ser que tú eres es la Verdad.

 

(1) E. Tolle. Un mundo nuevo, ahora

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