Índice de Documentos > Boletines > Boletín Septiembre 2008
 

FIESTAS VERANIEGAS


Vicente Ramos


     Hasta 1872 las fiestas en la ciudad de Alicante no tenían carácter municipal, sino de barrio, pues se realizaban a iniciativa y a expensas de los vecinos y se solemnizaban con misa suntuosa y sermón, procesión, danzas del país, toros de cuerda, verbenas, etc. Pero, a partir de dicho año, tiempo de monarquía saboyana en la persona de Amadeo I, es el Ayuntamiento el que programa diversiones oficiales en verano con motivo de celebrarse en julio la feria de la Santa Faz, que, desde antiguo, tenía lugar en los meses de abril o mayo.

 

     A este respecto y en sesión municipal de 17 de mayo, la Comisión de Festividades, tras ensalzar “el gran número  de personas de todas clases y categorías que, durante la estación del verano, concurren a esta capital a bañarse”, manifiesta  “con pena la monotonía y frío aspecto que presenta la ciudad durante tan propicia temporada, sin distracciones, sin recreos ni pasatiempos agradables que ofrecer a la multitud de forasteros”.

 

     (Hemos de advertir que durante dicho año el concejo municipal lucentino experimentó un proceso  convulso y confuso, en el que se sucedieron vertiginosamente los alcaldes Gaspar Beltrán Monllor, Francisco García López, Eduardo Carratalá Cernuda, Eleuterio Maisonnave y Anacleto Rodríguez).

 

Danzas típicas alicantinas     En aquella inicial versión de fiestas estivales se llevaron a efecto, entre otras atracciones, carreras de caballos sobre un improvisado hipódromo que iba desde la plaza de San Francisco hasta la Florida, un amplísimo descampado.

 

     Hubo, además, regatas y un concurso del juego denominado prismaloco, o sea, de cucaña, extendida horizontalmente entre dos barcas a modo de triángulo.

 

     Por su parte, el Casino colaboró alzando un templete en el lugar que hoy ocupa la estatua de Canalejas.

 

     Finalizadas las fiestas de 1872, no se programaron otras hasta 1878: una vez alcanzado el acuerdo  entre los cabildos municipal y eclesiástico, se declaró disanto el cinco de agosto, día de la Virgen del Remedio, y se festejó con una tristemente famosa cabalgata denominada de Doña Violante, embrollada exhibición en su aspecto histórico, concebida y dirigida por el cronista de la ciudad, Rafael Viravens.

 

     Finalmente, por estas fechas, el periodista Moja Bolívar nos dejó la estampa de una fiesta popular: “...he podido impacientarme dos horas largas esperando en la calle de Santa María a que unos danzantes la recorrieran bailando, alumbrados por teas resinosas entre dos apretadas filas de gente. El disfraz de los artistas era bastante original, pues, entre ellos había salvajes, sendras (sic) de la Edad Media, soldados de los tercios flamencos, gitanos, negros y toreros con bigote”. Y, todo, al son de la dulzaina y el tambor.

Volver