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Demetrio Mallebrera

  A CORAZÓN ABIERTO 


MIRANDO AL MAR

 

     Coincidiendo con el cambio de estación, y haciendo el obligado y más que recomendado camino al andar por el nuevo paseo volado del puerto, el recién estrenado malecón o muro de contención que se adentra en el mar, han dado mis pasos y mis ojos, como quien no quiere la cosa y hace como que la ignora, con la persona que más conozco en este mundo, quien se encontraba sentado mirando al mar muy fijamente, no sabría decir si queriendo mirarse en él como en un espejo o intentando ver, en su trasfondo, qué sé yo si sería el pasado, el porvenir, el instante. Y es que ese mismo día era su cumpleaños, ocasión que él siempre ha aprovechado para empezar uno o varios proyectos de tipo comunicativo, especialmente los de pensamiento y los literarios, tan afines entre sí. Tan en serio se lo tomaba, que en el lugar donde escribía, así fuera un arrugado papel de servilleta o una pizarra, aunque lo normal era empezar cuadernos tipo diario, que luego costaba deserciones seguir fecha a fecha, siempre ponía ese dato. Y es que, para él, ése era el primer día del año, la jornada en que todo había dado comienzo hasta que le llegue el momento de ser requerido para dejar, seguramente que escampadas y a medio hacer, todos las cuartillas, todas las iniciativas que hayan pasado por su cabeza, al menos las que estaban empezadas. Cabizbajo y meditabundo lo encontré en aquel espolón, pero esta vez débil, de mírame y no me toques.

 

     Al darnos un apretado abrazo, hizo un gesto lastimero de dolor, porque le hice daño involuntariamente, y no se contuvo ante el intermitente pasar de la gente para abrirse la camisa y mostrarme las cicatrices recientes, que también tenía a lo largo de su pierna izquierda. Justamente hacía tres meses que le habían hecho tres “bypass vasculares”. Si ya iba por la vida como un ser bastante transparente, desde ahora va a hacer lo  con el  corazón abierto, ¡hala! Y como en seguida se le ven las ideas, adiviné lo que estaba haciendo mirando al mar. Sí, pensar, desde luego, reflexionar, mirar atrás (quizás olvidar, pero sobre todo renunciar a nuevos planes) y adelante (no dejar nunca de hacer propósitos),  mirar  de  dejar  algo  zanjado y empezar nuevas aventuras porque siempre hay que estar empezando a ser uno mismo ya que la vida nuestra y la ajena, y todo lo que pasa cerca o lejos nos afecta un montón y nos hace mirar a otro lado porque la fijación excesiva es mala para el corazón. Sí, sí, el que palpita, nada de caricaturas ni parodias ni frases hechas, que no en balde se da un vuelco, como hacen las campanas, que nos trastorna el cuerpo entero y aún peor nos deja si no se coge a tiempo un infarto por mala circulación o por un disgusto. Y lo sé porque también está mirando por alguien. Ahora no paran todos de decirle que lo que hay que hacer es mirar por sí mismo, cuidarse. 

     Para amenizar este encuentro en tan espléndido lugar, donde se puede ir hablando, leyendo, cavilando, meditando, incluso cantando aquella canción lenta de los años sesenta, que era un remanso entre tanto ritmo desbocado, “Sentado en el muelle de la bahía”, de Otis Redding, le recordé a tan especial amigo lo que nos decía aquel jefazo de gratísima y muy humana memoria: que escribiéramos mirando al mar si se trataba de asuntos complejos o en los que la empresa no debería decir muchas cosas, ni mucho menos comprometerse más allá de lo debido. La expresión mirar al mar la hemos utilizado desde entonces en muchas ocasiones, tanto si lo que queremos es mirar a las musarañas, mirar a las cosas y a los pelmazos por encima, o mirar también por los demás para quedar bien con ellos y ayudarles a cumplir con su cometido. Pues, mira por dónde, dice él, el caso es estar siempre mirando a todos, por fuera y por dentro. Ahora, con el cumpleaños, sin dejar aquel espíritu juvenil que todo lo arrasaba, debe uno mirar más por sí mismo y renunciar a bastantes cosas. Así lo recomiendan los especialistas. Aunque, como en este momento, siempre estaremos mirando al mar para tener donde ir por el obligado paseo, para soñar y para orar, para sentir que uno está vivo y para seguir teniéndolos a todos (personas y recuerdos) en el corazón

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