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Demetrio Mallebrera Verdú

A corazón abierto
(por Demetrio Mallebrera Verdú) 

CÁNONES DE EJEMPLARIDAD

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     Creo que fue en la semana ésa en la que el ministro de Economía nos dijo que las previsiones de futuro, acerca de la crisis, se habían disparado, con unos datos que nos decían que el desempleo llegaría adonde nunca había estado antes, y el crecimiento ya era negativo en un 1,6%, porque me da a mí que todos íbamos por ahí con el estómago encogido pensando no sólo si les va a afectar tan mala situación a nuestros hijos, además de a los amigos, familiares y vecinos, que ya la estaban palpando, sino incluso a nosotros mismos. Como decían los editoriales de los periódicos, enfadados con el gobierno de turno, porque primero hablaba de optimismo moderado, después, un pesimismo atemperado, en que venían moviéndose el Presidente y su equipo económico, y ahora, ¿qué es esto?, ¿cómo hemos de interpretar las cifras? Y en esas razones estaba mientras hacía cola en un cajero CAM cuando alguien me dijo que no me lo iban a quitar, ¡hombre, tranquilo! Era Manolo, a quien hacía mucho tiempo que no veía, lo que le comuniqué al tiempo de fundirme en un fuerte abrazo. Le pregunté, lógicamente, que cómo estaba, y me respondió, con amplia sonrisa pero aún más grande filosofía y buen humor, que, si no entraba en detalles, se encontraba bien. Nos reímos mucho de la propia respuesta, claro está, que encerraba muchos pensamientos, el primero de todos el de querer ocultar algo: las cosas de la edad que nos pasan.

 

     Recordé haber leído hacía poco que un comentarista económico se preguntaba lo que los afectados por la crisis se habrán dicho a sí mismos; por ejemplo, aquello de: “¿Han estado a la altura o han estado a lo suyo?”. Nuestra tendencia es irnos por lo negativo y pensar que nos hemos confiado todos de una manera generalizada, y hemos hecho la vista gorda cuando otros han dejado que la cosa se les fuera de las manos en lujos y excesos, porque la codicia creciente (ahora recortada con cierta angustia) es algo que padecemos todos si no interponemos alguna pizca de valores morales. A veces se nos olvida que hay ritmos que no se pueden llevar porque te das el trastazo si pierdes el equilibrio (el económico, claro, pero también el emocional y el de otras cuestiones de salud). Y al final los platos rotos los pagan otros, precisamente los que no tuvieron que ver con ese desvarío; dígase claramente que se trata de los que ahora se han quedado sin empleo ni sueldo, con deudas, en la calle. Ahora vienen ciertos rencores que van a dar en la diana de las clases dirigentes, entendidos, pensadores y demás personas que forman una elite que no toda es culpable, pero que a los efectos del gran público son, cuanto menos, cómplices, y en verdad lo son de haberse callado, de haber dejado pasar y de haberse, incluso, aprovechado. Por eso hay ahora tanta falta de confianza, mirándonos unos a otros con recelo, o sin mirarnos.

 

     Después me encontré con Antonio, que siempre tiene un chiste preparado, como el que dice que ha visto a otro amigo que va con las piernas separadas porque tiene colesterol y le ha dicho el médico que los huevos ni rozarlos. Pero no nos adentramos mucho más en nuestras vidas; si acaso, luego, cuando vi a Pepe, hablábamos de nuestros males al corazón y nuestras arterias, como si fueran tuberías de las que habrá que decir que no son de cable de cobre no vayan a rajarnos para malvenderlas. No, no hay que decir mucho, salvo para intentar ser gracioso y quitar hierro a la situación. Lo chocante es que, tras la desconfianza entre nosotros, aún sigue en vigor la envidia pensando en los triunfadores de las finanzas, del tiburoneo económico, del pelotazo, de ciertas estéticas, aunque se ve lejos poder simularlos. Sin embargo, vuelvo al principio, hay que recuperar cánones de ejemplaridad, repensar en el prototipo de ser confiable y respaldarse en él. ¿Hay que buscar líderes éticos formados para la nueva era? ¿Habrá que rescatar a ciertas personas maduras ya jubiladas que tuvieron una vida activa modélica, aunque parezca que se les vaya a fastidiar? Dicen en una revista internacional de Jubilados que existe la “Generación Dankai”, con la que identifica en Japón a los mayores en buenas condiciones físicas y mentales, que se sienten jubilados, pero sólo de la profesión, no de la vida. O sea, que estarían dispuestos a poner sobre la mesa de las decisiones su saber, su gran experiencia y su buena voluntad.

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