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Manuel Gisbert Orozco

 

BLAS DE LEZO Y OLAVARRIETA

(por Manuel Gisbert Orozco)

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     Si Blas de Lezo fuera inglés tendría un monumento en Londres, más alto que el de Nelson en Trafalgar Square. Pero como fue español, es un perfecto desconocido para la inmensa mayoría de nosotros. Exceptuando, tal vez, a los filatélicos que habrán observado alguna vez su rostro, con un ojo cerrado, en un sello que se emitió hace ya varias décadas.

 

     Durante los cuarenta años que ejerció como militar, salvó con éxito todas las misiones que se le encomendaron. No perdió ningunas de las batallas en que participó, (Nelson no pudo decir lo mismo) aunque sí diversas parte de su cuerpo. Los más benignos le apodaban “El comandante Patapalo”, pero los que tenían más mala leche le llamaban “Medio hombre”. Ciertamente no les faltaba la razón, pues le faltaban la pierna y el ojo izquierdo y, tal vez para equilibrar, también el brazo derecho.

 

     Vasco de nacimiento ingresó en 1701, siendo todavía un niño, como guardiamarina en la armada. En 1704, iniciada la Guerra de Sucesión española, y con solo dieciséis años, participó en su primer combate formando parte de la tripulación de una escuadra franco española que se enfrentó a la flota anglo holandesa frente a las costas de Vélez Málaga. Allí perdió su pierna izquierda por el impacto de una bala de cañón. Su intrepidez en el combate y la serenidad en tan trágicos momentos le valió la admiración del Almirante de la escuadra que lo ascendió a alférez y posteriormente a teniente de navío.

 

     Participó en la defensa del Castillo de Santa Catalina en Tolón, donde perdió el ojo izquierdo.

 

     Ostentó, con éxito, el mando de distintos convoyes que avituallaban a las tropas de Felipe V en el primer asedio a Barcelona, burlando la vigilancia de la flota inglesa. En una ocasión fue sorprendido por fuerzas muy superiores y, apurado, supo salir del círculo que lo rodeaba incendiando, ingeniosamente, algunos de los barcos que lo acosaban.

 

Blas de Lezo     En 1713, con veinticinco años, ascendió a capitán de navío y participó en el segundo sitio de Barcelona, en donde perdió su brazo derecho. Durante esa época, al mando de una fragata, logró capturar once barcos británicos, entre ellos el emblemático “Stanhope”, buque bien armado y pertrechado y una de las joyas de la armada inglesa.

 

     En 1723 se le confió el mando del Lanfranco, buque insignia de la armada de los mares del sur, limpiando de piratas las costas españolas del Pacífico americano y capturando doce navíos ingleses y holandeses.

 

     En 1730 regresó a España siendo ascendido a Jefe de la Escuadra Naval del Mediterráneo. Se trasladó a la República de Génova para exigir el pago de dos millones de pesos pertenecientes a España y retenidos en el Banco de San Jorge. Ni que decir tiene que ante las poderosas razones, o cañones, que Lezo puso sobre la mesa de negociaciones, el Senado Genovés cedió inmediatamente.

 

     En 1732, a bordo del Santiago, hizo una expedición a Orán comandando 54  buques y 30000 hombres. Orán fue rendida pero Bay Hassan reunió de nuevo tropas y sitió la ciudad poniéndola en grave aprieto. Lezo acudió en su socorro con seis navíos y cinco mil hombres, logrando ahuyentar al pirata argelino tras reñida lucha; persiguió su nave de 60 cañones que se refugió en la bahía de Mostagan, defendida por dos castillos y cuatro mil moros, en donde el pirata se creía a salvo. Esto no arredró a Lezo, que sin pensárselo entró detrás de la nave argelina despreciando el fuego de los fuertes, incendiándola y causando graves daños a los castillos.

 

     En 1734 Felipe V premió sus servicios promoviéndolo a General de la Armada. En 1737 regresó a América con los navíos Fuerte y Conquistador y fue nombrado Comandante General de Cartagena de Indias, plaza que defendió de los embates del almirante ingles Sir Edward Vermon, página gloriosa de las armas españolas.

 

     Pero esto ya es otra historia que trataremos en otro artículo.

Continuará… 

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