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EL PINTOR PERICÁS
(por Vicente Ramos)

Vicente Ramos


     Lorenzo Pericás Ferrer, nacido en Alcoy en 1863, siguió en el arte las rutas trazadas por el eximio pintor Lorenzo Casanova Ruiz, hijo también de Alcoy (1844).

     Éste, en 1887, fijó su residencia en Alicante, donde abrió una academia, auténtica escuela en la que se formaron verdaderos maestros en las artes plásticas.

     Aquí, Pericás sobresalió en la ejecución de bodegones y floreros, amén de llevar a cabo algunos murales en el Casino o admirables cuadros de claustros eclesiales, sobre los que Luís Pérez Bueno manifestó que la perspectiva aparece tan estudiada “cual si fueran obras de los maestros del siglo XVI: son justos de color, y la luz, tan bien repartida y entonada que, mirando los lienzos, hacen sentir ese ambiente lleno de misterio y dulzura que flota en nuestras viejas catedrales”.

     Pero, al tiempo que aumentaba el prestigio de la obra, disminuía la salud del artista a causa de una parálisis progresiva que desmoronaba su cuerpo. “La esposa –escribió Adrián Espí- le observa cómo, a pesar de todo, sigue pintando, cómo con la mano izquierda se coge el codo y la muñeca del brazo derecho, cómo le tiembla el pulso y, con ello, el pincel...Los recursos económicos del pintor son, a la vez, exiguos.”

     A fines de 1911, concretamente, el 22 de diciembre, el periodista Telémaco  (Eduardo Campos de Loma) publica en El Correo la noticia de su muerte: “Sus obras y la estela de amistades y afectos que deja son suficientes para que su recuerdo sea imborrable”.

     Telémaco  rectificó veinticuatro horas después, y, ya en marzo siguiente, el cinco, Gabriel Miró se dirige al director de Diario de Alicante:  “Imagina la tristeza de nuestro artista perdiéndolo todo, hasta su hogar, asistiendo a su misma muerte (...) Yo veo con mucha complacencia ese fervoroso entusiasmo de los alicantinos porque nuestro pueblo sea grande y hermoso y atraiga a los forasteros y se atavíe de fiesta; pero ¿no crees que los pueblos, además del deber de su adelanto que los magnifica, han de cumplir también el del amor y auxilio a sus hijos que lo merezcan y singularmente a los que, mereciéndolo, están necesitados y afligidos?”

     La llamada de Sigüenza conmovió a muchos ciudadanos que se aprestaron a conceder socorros y a sugerir ideas con el fin de recaudar ayudas económicas para el pintor, quien, el 11 de este mes y  en el citado Diario, hizo “público testimonio de mi inmensa gratitud a las dignísimas autoridades de este venerable pueblo, al angelical Gabriel Miró y a esa nobilísima prensa alicantina por los actos realizados a favor mío”.

     Lorenzo Pericás Ferrer falleció en Alicante el 27 de agosto de 1912, dejando viuda y dos hijos, sobre cuya desgraciada situación habló Gabriel Miró al pueblo alcoyano el 2 de septiembre: “Lorenzo Pericás ha muerto. En su agonía de mártir, mientras pudo hablar, me imploró para los suyos la compasión de los hombres; después, sus ojos siguieron dejando dentro de mi alma la misma súplica angustiosa. Esa mirada quiero llevarla al corazón de ese pueblo”.

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