Índice de Documentos > Boletines > Boletín Octubre 2009
 

Gaspar Llorca Sellés

DESHOJANDO LA MARGARITA
(por Gaspar Llorca Sellés)

A Ines


     ¿Me quiere o no me quiere? ¡Me quiere! No me quiere ¡Me quiere! No me quiere.

     Sí y no, no y sí, ¡pétalos indecisos: aclararos!; el primero dice sí, el segundo no, el tercero sí, el cuarto no, y como son pares termino con un no rotundo. ¡Seré desgraciado!

     ¡Pero si antes me quería! Animémonos y digamos que, (contando los pétalos) de los treinta y dos, dieciséis me aman y otros dieciséis me repudian (malditos ellos, y eso que forman la misma unidad, unidad de belleza y fragancia); y  pienso, ¿será el azar culpable, estaba predestinada su paridad? ¿Me esperaban? ¿Por qué no escogí otra flor? ¡Cámbiala! ¡Haz trampa! No, no vale, no puedo admitir consejos engañosos y trampear el manto de margaritas que cubre esta ladera. Algo me ha inducido a dirigirme y arrancar ésa, esa que debe decir la verdad. Bueno...y si... A lo mejor  interpreto mal su mensaje. No puede ser que una flor con su tan breve existencia se haya ensuciado de malicia y quiera ser malsana y romper ilusiones castas y con espíritu casi floral.

     Dudo y dudo, y me arriesgo porque veo esperanza; tomo otra, es más grande y está más encendida; rápido pienso que ésta no debe ser tan inconsciente como la otra, es seria y no sé, pero le veo sensatez, probemos y el me quiere y no me quiere, ¡para, idiota!, empieza en el no y luego el sí, no, sí, no, sí...y así lo hago: y ¡Dios! Termina en el no, ¡son impares! Maldita mi estampa. Bueno, pensemos, como no puedo admitir su desamor, busquemos otra salida; como la mente lo puede todo (según dicen) pues que se engañe a sí misma; ¡no! y que no, ya está bien, acudí a este oráculo y debo admitir su sentencia.

Deshojando la margarita     ¡Ya estamos!, otra sugerencia pellizca mi cerebro: la interpretación de su lectura está sujeta, o sea, que influye mucho en ella el estado de ánimo de aquel que ha acudido y lo ha provocado. Y como el mío lo tengo herido de muerte busco la redención, a ver si la consigo, eso sí, sin falsear nada. Si cuento los pétalos que dicen de su amor, igualan a los que la niegan, entonces existe un empate, y no veo el porqué el último sea el que decide. No se puede olvidar a los otros que son los que me complacen con su sí, no veo el porqué tengo que hacerme llevar por los negativos. Así que voy a estudiar e interpretar los positivos, y de momento los admiro, los veo más lozanos, más recios, más hechos, con más lustre. Saben, estoy seguro, de los principios de su vida, de sus primeros quereres, de cuando la llevaba en brazos, de su infancia y pubertad, de su inocencia y quizás de su admiración hacia mí.

     Creció, su mente fue receptora de nuevas ideas, creó nuevos mundos, comparó y desestimó sus principios, las bases, los viejos lugares de su formación. Ahora, despierta de su bendito letargo, me ve y califica al abuelo de moro, de ideas conservadoras, antiguo y reaccionario (no lo dice claramente pero sus silencios lo manifiestan). Pienso sin embargo que debe quedarle impregnando en su interior trozos de aquel cariño y esta confianza es la que me ha perdido. Y admito y quiero comprender, más para  rectificarme, su insumisión, su libertad, su vuelo con alas demasiadas rápidas, si bien todo esto me aturde.

     Y ante los veinte años surge e interrumpe mi otra flor de trece años. De momento no quise oír, la segunda tuvo atenuantes, la tercera y la cuarta y la quinta todo seguido, la margarita con sus pétalos virtuales deshojaban mi querencia. Señor ¿seré yo? Tan incomprensivo, que no veo el paso del tiempo;  tan egoísta, que aquellas figuras que creé, aunque fueran mental-mente, se desmoronan, eran sobre barro que se desprende y al final, miedo tengo que en nada quede. ¡No!, no puede ser, me rebelo, soy un insensato, nunca desaparecerán, siempre estarán aquí y aunque mi cabeza sea desahuciada de recuerdos, vivirán en mi corazón, en mi ser, en mí siempre estarán, vivirán mientras yo viva. Si ahora me he sentido herido, no me va a afectar, a mis margaritas no les preguntaré si me quieren, no habrá interrogación, será sentencia, afirmación: os quiero, siempre sí.

     Hace tiempo que lo llevo encima ese desasosiego, ese no quiero perder; ese mármol donde esculpí un gran sueño no vale; yo no soy nadie ante esa maravilla que es la vida. Escribo esto y reflexiono porque me dan una salida, siento alivio y lo más importante me ayuda a analizar y me lleva a ser más abuelo, a escuchar y comprender que hay otros cariños más fuertes que el mío, y yo debo querer lo que ellas aman y desterrar esa misión que llevo practicando, de vigilia, de evangelizar. No son mías. No me pertenecen, tienen su propia vida, quiérelas como son, no veas miedos donde nadie los ven, ni sus padres ni sus seres queridos.

     Me quedan otros nietos, cuatro más. ¿Acudiré de nuevo al conjuro margarital? Sí, pero con límites de sus tiempos, y  por complacencia y satisfacción propia, y mientras sus pétalos canten a mi cariño. Y llegando al tiempo,  cambiaré de pregunta o más bien, como digo más arriba, la misma me la dirigiré a mi mismo: ¿La quieres?, ¿no la quieres?, ¡Dios! ¿cómo me voy a preguntar si no la quiero? Tiemblo ante esta insinuación, no quiero pensarlo, perder el cariño y todo lo que él conlleva. El amor de abuelo, gloria en la despedida, el paracaídas del salto al abismo, no puedo perderlo, es tan dulce, tan reconfortante. ¡Dios! que no me falte ese óleo en los finales de mi travesía.

Volver