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Manuel Gisbert Orozco

 

LAS CARCELES MODERNAS 

(por Manuel Gisbert Orozco)


     Madoff, ese ingeniero financiero que hace un par de años supuestamente estafó a tropecientos inversores que querían hacerse ricos con el mínimo esfuerzo, ha sido juzgado y condenado a ciento cincuenta años de prisión. No los cumplirá todos, porque entre otras cosas no hay mal que cien años dure y por su edad, pasa ya de los setenta, sería afortunado si solo cumpliese treinta años.

     Madoff no era como Diego Corrientes, ese bandolero andaluz que robaba a los ricos para dárselo a los pobres. Únicamente estafaba a los ricos porque trabajaba al por mayor y la inversión mínima que impuso a sus productos estaba fuera del alcance de las economías modestas. Solo por esto, no haber engañado también a los pobres, ya se ha ganado el cielo, pero los perjudicados, que aparte de ricos suelen ser rencorosos, no se conforman con el siglo y medio que le ha tocado de cárcel y desean que, aparte cumplir la pena, las pase canutas.

     Al principio iban a enviarlo a una cárcel de baja seguridad, que teniendo en cuenta su edad era posiblemente mejor que algunas residencias para ancianos... y además de balde. La parte contraria, lógicamente, se ha opuesto y pide lo envíen a una prisión de alta seguridad. En donde uno tiene que pensarse dos veces lo de agacharse para recoger el jabón en la ducha,  por lo que pueda pasar.

Carcel     De ello se deduce que lo importante no son los años que te pueden caer, sino dónde te envían para cumplirlos. Descartadas las galeras, las canteras de picar piedra y las minas de sal en donde, de vez en cuando, solían emanar vapores de azufre, que eran los destinos más frecuentes en la antigüedad. Actualmente las cárceles que tienen gimnasio,  piscina y no sobrepasan el 200% de ocupación, son las preferidas.

     Recientemente he leído la novela de Stieg Larsson: “Los hombres que no amaban a las mujeres”. En donde al protagonista, un periodista, por difamación lo condenan a tres meses de cárcel.

     En Suecia no valen coplas y aunque no tengas antecedentes se cumplen todas las penas por mínimas que sean y no a partir de los dos años que es lo que ocurre en España.

     El albergue. Perdón. La cárcel donde lo meten no estaba destinada a verdaderos criminales, sino: “...a gente que se había metido en líos y a conductores ebrios”

     El número de plazas es de únicamente para treinta y un reclusos, con celdas individuales y con todo el equipamiento. El hecho de que en cierto momento se alcanzase la cifra de cuarenta y dos internos, es motivo suficiente para que algunos alcanzasen la libertad anticipadamente. Vamos, como aquí.

     Los días que pasó en la cárcel fueron: “Tranquilos y agradables”. La única obligación era dos horas al día destinadas a la limpieza y tareas recreativas. El resto de tiempo, total libertad para hacer lo que a uno le dé la gana. Aunque no lo específica se supone que las fugas no están permitidas.

     Disponía de su teléfono móvil e incluso de su iBook para poder continuar el libro que por entonces estaba escribiendo. Incluso el amable Director de la prisión manda instalar un armario con llave para que pudiese guardar el iBook cuando no lo utilizase, para evitar que a alguno de los conductores ebrios no le diese la tentación de meterse además en líos.

     Toda historia tiene su moraleja y esta no podía ser menos. No es lo mismo cometer un delito en un país tercermundista que en Suecia, pongo por ejemplo. Y como nadie está libre de conducir ebrio o de meterse en líos, no estaría de más que alguien editase la “Guía de cárceles del mundo” para saber, más o menos, donde se puede cometer, o no, un desliz. Con las debidas garantías. Claro está.

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