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TRINITARIO RUIZ CAPDEPÓN
(por Vicente Ramos)

Vicente Ramos


     Nacido en Orihuela en 1836, fue el político alicantino más popular perteneciente a la izquierda ideológica de aquel tiempo, vale decir: doceañismo encauzado por O´Donnell y triunfante en la “Gloriosa”.

 

     Graduado de Bachiller en Murcia, se licenció en Derecho en la Universidad valentina y se doctoró en la Central.

 

     Domiciliado en Valencia, Trinitario Ruiz Capdepón alcanzó aquí justos y merecidos laureles como jurista y político y desarrolló prestigiosa labor periodística creando y dirigiendo periódicos: El Valenciano, La Unión,  El Diario de Valencia y El Constitucional.

 

Trinitario Ruiz Capdepón     Copartícipe de todas las conspiraciones de talante progresista que culminaron en el destronamiento y exilio de Isabel II, Ruiz Capdepón, diputado a la sazón por Játiva, sufrió el mortal atentado contra Prim, soportó la triste monarquía de Saboya y se revolvió patrióticamente ante  el vesánico ensayo federalista  que arruinó a la I República, camino turbulento que le llevó al liberalismo de Sagasta en el alba de la Primera Restauración.

 

     En la vanguardia sagastina, Trinitario Ruiz Capdepón desempeñó con eficacia y brillantez las siguientes carteras ministeriales: Ultramar (1888), Gobernación (1889), Gracia y Justicia (1893), Gobernación (1894) y, de nuevo, Gobernación (1897-1899), además de ejercer otros cargos como el de Fiscal del Tribunal Supremo o el de Gobernador civil de Valencia.

 

     Desde tan altas misiones, el ilustre oriolano alcanzó dos metas de indudable trascendencia: una, la creación –12 de marzo de 1889- del cuerpo de Correos, y otra, la preparación y el refrendo –28 de marzo de 1890- de la Ley del sufragio universal.

 

     En 1896, Sagasta, aquejado de “catarro bronquial”, buscó lenitivo en  los baños de Fortuna, lo que aprovechó Ruiz Capdepón para que visitara Orihuela, acontecimiento que se produjo el 6 de noviembre de dicho año.

 

     (Anécdota: en la hora del multitudinario banquete, el famoso huésped sólo comió “puchero de enfermo y sopas de ajo”).

 

     Al año siguiente, asesinado Canovas, no tuvo otra opción Sagasta que la de volver a ejercer el poder, lo que obligó a Ruiz Capdepón a regresar a Gobernación no sin proferir el vaticinio ¡Vamos a pasar las de Caín!

     

     Y la catástrofe se cumplió en 1898: 18 de abril, ultimátum yanki; 2 de mayo, desastre de Cavite; 3 de julio, aniquilamiento de la escuadra española  en Santiago de Cuba.

  

     La República de los Estados Unidos -dijo Ruiz Capdepón- “nos ha declarado una guerra sin razón ni justicia, ni motivo ni pretexto, y, en mi concepto, siendo hasta un baldón de ignominia.”

  

     Senador vitalicio, Trinitario Ruiz Capdepón confesó el 15 de noviembre de 1910 que, “en el fondo de mi alma, hay levantado un altar en el que venero y rindo culto constantemente a la imagen bendita de la patria chica, de mi Orihuela, a la que quiero con amor de hijo.”

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