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EL MUNDO DE LOS TOROS
DISTINTAS FORMAS DE VER Y ENTENDER LOS TOROS
(por Roberto Hernández Vidal)


            Durante nueve años consecutivos (entre los años 1967 y 1976), presencié todas las ferias de abril en Sevilla, de manera que cuando recientemente visité Sevilla aproveché para acudir de nuevo a la Real Maestranza y asistir a una corrida de toros.

   

          Como aficionado salí verdaderamente contento: por el espectáculo en sí, porque los tres espadas, aunque de forma desigual, triunfaron y por el comportamiento del público, banda de música, ganado y presidencia. Todo sigue igual después de 33 años.

   

          Trataré de explicar aquello que sorprende en esta plaza y que un aficionado echa de menos cuando asiste a corridas en otros cosos.

  

          El público es tremendamente respetuoso con los toreros, y enjuicia su labor en función del toro que le ha correspondido en suerte. Nunca he visto abroncar a un torero al finalizar la lidia (salvo a Curro Romero), el mayor castigo que el tendido dispensa es guardar un respetuoso silencio.

  

          Todo tiene una explicación: los espectadores tienen un respeto tremendo a la persona que se viste de luces, entre otras cosas porque entre ellos, sobre todo en los tendidos de sombra, como dijo el buen crítico taurino Vicente Zabala padre, se encuentran verdaderos diestros. Si el torero en un momento de la lidia echara la muleta al tendido, muchos de los allí presentes podrían bajar al ruedo y asombrarían realizando una faena igual o mejor que el matador.

  

El silencio al comienzo de la faena de muleta no se siente en ninguna plaza del mundo, un silencio sabio y cómplice que pretende que el espada se centre en su labor.

  

Corte de coleta de ManzanaresEsa sabiduría y sensibilidad se manifiesta a menudo, por ejemplo, cuando José Mª Manzanares padre después de una tarde desafortunada pidió a su hijo que le cortara la coleta, el público decidió que fuera izado en hombros, y de esa manera fue sacado por compañeros de profesión por la Puerta del Príncipe como premio a su trayectoria profesional, y eso sin ser un torero de la tierra.

  

A diferencia de otras plazas de toros, la banda de música  está  dirigida  por  un buen aficionado que no necesita que el público solicite su intervención, ya que en cuanto la faena lo requiere ordena la aparición de la música, al igual que la suspende en el momento en que la tensión decrece y la hace sonar ante un buen quite de capa, para celebrar un buen par de banderillas de un subalterno o por un oportuno quite que evita la cogida de un compañero.

      

          Si hablamos del ganado, el público sevillano no es torista como lo es el de Madrid, Pamplona o Bilbao, y no exige a la Empresa lo que debiera en este punto. Creo que podría reclamar, no más peso de la res pero sí más trapío, ya que lo importante es que el toro se desplace y para eso no hace falta el toro de 550-600 kg como se lidia en Madrid. No obstante, cuando sale la res por los chiqueros los espectadores la dejan ver con el capote y con el caballo, y aunque a veces pierda las manos, no están por la labor de devolverla a los corrales a la primera de cambio como ocurre en Madrid. Cuántos toros se devuelven en San Isidro que luego oyes decir a su matador que se ha devuelto un gran toro, ¿por qué, por haberse caído a la salida del caballo o cuando se está toreando de capa? Hemos de tener presente que ese animal está durante unos días fuera de su hábitat en las corraletas de la plaza y que luego permanece durante 6 ó 7 horas en los chiqueros de diminutas dimensiones. Tengamos presente que el toro se puede devolver incluso en el tercio de banderillas, ¡dejémosle ver!

    

          En cuanto a la Presidencia, como ocurre en la mayoría de las plazas, depende del presidente de turno, del asesor taurino y del veterinario, pero concretamente en Sevilla, que es plaza de 1ª, sorprende que ejerza su función tan acertadamente.      

 

ANECDOTARIO TAURINO
Después de asistir al sorteo de las reses, el peón de confianza de un famoso torero acudió al hotel donde se hospedaba el matador y le comentó: Maestro, le ha tocado en suerte un buen lote, ¡uno de los toros pesa 660 kg! El diestro contestó: Me da lo mismo, no tengo que cogerlo en brazos…

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