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MAS NOTICIAS EXTRAÑAS
(por Gaspar Pérez Albert)

     Como ya dejé escrito, a veces, los medios de comunicación nos ofrecen noticias que a mí me llaman la atención y que resultan, cuando menos, curiosas a mi limitado entendimiento. Esta vez me sorprende la noticia escuchada en la voz de un locutor de un espacio informativo de la  televisión, según la cual un colegio italiano habría sido multado por el Tribunal Europeo de los Derechos Humanos, de Estrasburgo, por mantener en sus aulas, desde hacía muchísimos años, un crucifijo, símbolo de la religión católica. Y además obligando al colegio a retirar todos los símbolos, religiosos o no, de sus aulas. Y todo por la denuncia de una señora a cuya hija, alumna del colegio, le produce un trauma y hasta episodios de depresión la visión de tal símbolo religioso. No sé de qué religión será la señora denunciante. He creído entender que es de procedencia finlandesa. Si fuera así, creo que es posible que sea agnóstica o atea, puesto que en Finlandia tengo entendido que la religión predominante es la cristiana, ya sea católica, protestante u ortodoxa. A partir de ahí ya empieza a resultarme un tanto extraño. Ante la sanción, según he creído escuchar, el gobierno italiano la ha recurrido, alegando que tales símbolos forman parte de la cultura italiana desde hace muchos siglos. Comparto dicha alegación, pero estimo que si Italia, igual que España, por los vaivenes de la política se ha convertido en un país laico, es lógico –no me atrevo a decir si es o no justo- que hagan desaparecer los crucifijos u otros símbolos religiosos de los colegios públicos, por muy tradicionalmente seculares que sean, aunque considero que no sería lo mismo si el colegio es privado. No obstante, desde mi percepción de la noticia escueta, a falta de otros muchos detalles que desconozco y, sobre todo, desde mis nulos conocimientos jurídicos y políticos, me asaltan muchas dudas y así, a bote pronto, me vienen a la mente las siguientes preguntas:

     ¿La madre denunciante, acaso no sabía en qué país estaba y tampoco sabía nada de su cultura, religión y ancestrales costumbres?

     ¿Tan grave era el agravio que con tales costumbres han causado a su hija, como para llegar en su denuncia hasta el mismo T.E.D.H.?

     ¿No hubiera sido mejor cambiarla a tiempo de colegio, o es que no existen otros en su lugar de residencia o en Italia, sin tan perniciosos símbolos?

     Aunque dicho Tribunal tendrá potestad para sancionar y multar a un colegio de cualquier país ¿no hubiera sido más lógico y natural expresar su condena y repulsa por tales “delitos”, dejando al estado italiano la decisión de sancionar, puesto que los hechos han ocurrido en Italia?

     Para todas estas preguntas, desde el lugar y momento en que me encuentro, no hallo contestación, simplemente porque desde mi desconocimiento profundo de los hechos y desde mi nulidad en cuestiones legales el asunto es muy difícil de entender. Y por ello, la noticia que nos ocupa me resulta, además de rara y en cierto modo chocante, ciertamente bastante extraña. 

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