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VISO DEL MARQUÉS
(por Miguel Gallego Zapata)

 

     Habíamos sido convocados los Cronistas Españoles a un congreso en Ciudad Real, y entre los muchos sitios que nos llevaron estaba Viso del Marqués, y no salgo aun de mi asombro cuando al llegar nuestros autobuses nos recibió un suboficial de la marina española con su uniforme blanco impecable, que estaba a cargo de aquel palacio que “porque pudo y porque quiso” construyó don Álvaro de Bazán, Marqués de Santa Cruz, donde después pudimos comprobar se alojan el Museo Naval y el Archivo de la Marina Española, que guardan las riquezas más valiosas que se puedan imaginar. Declarado Monumento Histórico Artístico, lo tiene alquilado por una peseta al año. El marino me dijo, ante mi extrañeza, que se apellidaba Tortosa y era de Alicante.

     Cuando aun no me había “curado” de mi sorpresa, (pues no me dirán que encontrarse con un marinero en aquellos páramos no es para sorprenderse; los lectores que hayan tenido la suerte de ir por allí me dirán si tengo razón, y a los que no la hayan tenido les invito a pasarse por Viso del Marqués y visitar aquel palacio joya histórico-artística, que como decía su propietario don Álvaro de Bazán, construyó “porque pudo y porque quiso”) me encuentro con don Ángel Trujillo Sobera, un gran caballero, que había nacido en aquel lugar tan atractivo y pintoresco el 15 de mayo de 1918, festividad de San Isidro Labrador.

Museo Naval     Con tal motivo he tenido ocasión de hablar con él y me contaba días pasados que trabajó en su juventud con un protésico dental y su aspiración era independizarse, pero el servicio militar, que se prolongó demasiado, truncó sus ilusiones. Más tarde uno de sus cinco hermanos que era A.T.S., arrastró a la familia hasta la ciudad de Manzanares, donde sentaron sus reales. Allí trabajó durante 34 años en Stándard Eléctrica hasta que una enfermedad prolongada de su esposa le obligó a jubilarse a los 60 años teniendo que renunciar a traslados ventajosos, pues no podía dejarla sola, dando testimonio de toda una vida consagrada a su mujer.

     En el año 1966 pasó sus vacaciones por estas tierras y le gustó tanto que al jubilarse decidieron venirse a Santiago de la Ribera pensando que por la benignidad de su clima era el lugar más apropiado dado el delicado estado de salud de su esposa; y en el número 11 de la calle Juan XXIII vivieron hasta su fallecimiento en 1991. Ha sido siempre, y sigue siéndolo, un enamorado de estas tierras.

     Al quedar viudo, sus vecinos, ¡sus buenos vecinos!, al verle tan apesadumbrado le aconsejaron integrarse en grupos que tuviesen alguna actividad, y viajando con ellos en dos o tres ocasiones conoció a María Caballero Soto, una mujer extraordinaria, que también la vida le había deparado grandes sinsabores. Coincidió con ella en las actividades del Hogar de la 3ª Edad, incluso en la masa coral, y al final se unieron y como ella vivía en San Javier y aquí tenía a su familia, optaron por dejar la casa de La Ribera y venirse, primero a la Cooperativa de San Francisco Javier y más tarde al número 11 de la calle de Mercado, donde, aparte de los consiguientes contratiempos propios de su edad, viven y disfrutan de este ambiente apacible que hace bueno lo de “San Javier, donde todo sucede y todo seduce”. Se trata de una persona exquisita y nos congratulamos que sea uno de los muchos que eligieron nuestras tierras y nuestros mares para vivir con nosotros.

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